Cuando tienes conejo...
Posando en modo "soy un conejín formal". |
Cuando tienes un conejo... y no me refiero al hecho de ser mujer, sino a tener de mascota un pequeño peluche orejotas :)
- Dejas de comer conejo (el animal de granja). No es por convicción vegetariana, pero pensar que te estás comiendo a un congénere de tu amigo peludo no ayuda y acabas por desecharlo de tu dieta.
- Te hacen más gracia las cosas que tienen un conejo, ya sea un pijama, el anuncio del Golf Rabbit, el de All Bran o los documentales de La 2 sobre liebres... (primos hermanos).
- Aprendes a reconocer instantáneamente al tacto si las cosas que venden de pelo (bolsos, chaquetas, etc) son acrílicas o pelo de conejo. Y da un repelús cuando es pelo de verdad que nunca más tendrás nada de ese tipo de piel.
- Comparas el tamaño de tu mascota con algunos perros enanos que te cruzas por la calle, como los yorkies o los chihuahuas. Lo peor es que a veces ganaría Paul en tamaño XD
- Tu nevera se llena de verduras y hortalizas que antes no comías tan frecuentemente, como espinacas frescas, endibias, apio o zanahorias. Ahora son la base de la dieta de tu mascota y de paso, de la tuya para que no se pochen...
- El aspirador se vuelve tu mejor amigo, gracias a la cantidad de pelo y de heno que hay esparcido siempre por el suelo. Yo creo que el heno tiene vida propia y se sale del comedero por las noche para formar una alfombra en el salón... También se convierte en tu peor enemigo, porque a los tres minutos de haberlo pasado vuelve a haber pelos y heno.
- Tus plantas pasan a un lugar más elevado. O bien porque se mueren comidas por el herbívoro de la casa, o bien porque las quitas del suelo y las subes a sitios donde no llega el conejo para que no le sirvan de merienda.
- Te acostumbras a mirar antes de sentarte en el sofá. Esto con Paul no pasa mucho, pero Foskito siempre corría a ponerse justo en el sitio donde tú ibas a plantar el culo en el sofá. Y alguna vez casi le aplastamos sin querer...