domingo, 27 de octubre de 2013

Cuando tienes conejo...

Posando en modo "soy un conejín formal".

Cuando tienes un conejo... y no me refiero al hecho de ser mujer, sino a tener de mascota un pequeño peluche orejotas :)
Pues eso, cuando tienes un conejo enano tu vida cambia en algunos aspectos sutiles de los que es complicado darte cuenta si no lo piensas con detalle.
  • Dejas de comer conejo (el animal de granja). No es por convicción vegetariana, pero pensar que te estás comiendo a un congénere de tu amigo peludo no ayuda y acabas por desecharlo de tu dieta.
  • Te hacen más gracia las cosas que tienen un conejo, ya sea un pijama, el anuncio del Golf Rabbit, el de All Bran o los documentales de La 2 sobre liebres... (primos hermanos).
  • Aprendes a reconocer instantáneamente al tacto si las cosas que venden de pelo (bolsos, chaquetas, etc) son acrílicas o pelo de conejo. Y da un repelús cuando es pelo de verdad que nunca más tendrás nada de ese tipo de piel. 
  • Comparas el tamaño de tu mascota con algunos perros enanos que te cruzas por la calle, como los yorkies o los chihuahuas. Lo peor es que a veces ganaría Paul en tamaño XD
  • Tu nevera se llena de verduras y hortalizas que antes no comías tan frecuentemente, como espinacas frescas, endibias, apio o zanahorias. Ahora son la base de la dieta de tu mascota y de paso, de la tuya para que no se pochen...
  • El aspirador se vuelve tu mejor amigo, gracias a la cantidad de pelo y de heno que hay esparcido siempre por el suelo. Yo creo que el heno tiene vida propia y se sale del comedero por las noche para formar una alfombra en el salón... También se convierte en tu peor enemigo, porque a los tres minutos de haberlo pasado vuelve a haber pelos y heno.
  • Tus plantas pasan a un lugar más elevado. O bien porque se mueren comidas por el herbívoro de la casa, o bien porque las quitas del suelo y las subes a sitios donde no llega el conejo para que no le sirvan de merienda.
  • Te acostumbras a mirar antes de sentarte en el sofá. Esto con Paul no pasa mucho, pero Foskito siempre corría a ponerse justo en el sitio donde tú ibas a plantar el culo en el sofá. Y alguna vez casi le aplastamos sin querer...
Bueno, estas son algunas de las cosas de las que me doy cuenta, pero seguro que hay muchas otras más o menos evidentes en las que he cambiado. La mejor, sin duda, es el tener la compañía de una mascota muy graciosa, traviesa y cariñosa.

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