jueves, 4 de diciembre de 2014

Veintidós semanas.

O lo que viene a ser lo mismo, cinco meses de embarazo que hago hoy. No sé si se me ha pasado rápido o despacio. La verdad es que se me ha hecho largo, pero cuando pienso que me queda menos de la mitad me entra un poco de vértigo.

Se me ha hecho largo porque el embarazo no es eso tan idílico y bonito como lo pintan. Pero como todo en esta vida, también me pasó con la boda, aunque luego ha sido uno de los mejores días de mi vida. En fin, que me voy del tema. Ahora la cosa va un poco mejor, pero esto de crear un vida en tu interior tiene sus incomodidades. En este momento del embarazo dormir empieza a ser un poco suplicio (y me quedan cuatro meses, no quiero ni pensarlo). Y aparte de las náuseas, ardores, pesadez, dolores varios, la más importante es que tu cuerpo deja de serlo. Es algo parecido a lo que ocurre en la adolescencia, cuando te desarrollas. Tus medidas cambian, tus "cosas" dejan de estar en su sitio, aparecen volúmenes y pelos donde menos los esperas. Tu cuerpo, ese que tienes desde hace unos veinte años, que has aprendido a convivir con él y quererle tal y como es, deja de serlo y se convierte en... otro cuerpo. Que desde luego no es el tuyo (¿Dónde está mi cintura? ¿Por qué de repente tengo más pelo que Chewacca? ¿De quién son estos pechos enormes? ¿Por qué me vuelven a salir estrías?). Hay que pasar por una especie de duelo, porque sabes que ese cuerpo de veinteañera que te gastabas nunca volverá a ser el mismo. Por lo menos parece que a quien le tiene que gustar no le disgusta demasiado... Sobre todo porque todo lo anterior va acompañado por un aumento de varias tallas de sujetador. Por suerte mi tripa va aumentando de volumen y va disimulando ese crecimiento exagerado, porque el que el tamaño de mis lolas sea el tema de una conversación es algo que me incomoda bastante.

Bueno, pero no todo es negativo, que conste. Tiene sus cosas buenas. Eso de estar creando una personita dentro de mi cuerpo creo que es lo más flipante que voy a hacer en mi vida. Mola ver tu tripa crecer poco a poco, porque eso significa que tu peque se va haciendo grande ahí dentro. Mola cuando empiezas a notar sus movimientos (y después sus patadas), porque hacen que sea muy real. Me encanta cuando Dani me pregunta por la peque o llega a casa y dice ¿Cómo están mis niñas?, es una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca. Y uno de los mejores momentos del embarazo, además de ver a la peque en las ecografías (y que nos dijeran que estaba bien), fue ver la cara de Dani la primera vez que sintió una de las patadas de su hija. Todas estas cosas compensan con creces las incomodidades y los achaques, aunque es cierto que eso ha empezado a suceder hace poco, y que los achaques van cambiando según pasa el tiempo.

Así que el embarazo tiene cosas que molan, pero no es rosa e idílico como lo pintan algunas. Cinco meses pueden ser muy largos y cuatro pueden parecer demasiado cortos. Y de por qué pueden parecer demasiado cortos, como si estuvieras en la bajada de una montaña rusa, ya hablaré otro día.

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