Pensamientos de una recién casada.
Digo recién casada porque once meses después todavía me
considero en ese estado. Cuando me iba a casar creía que no iba a cambiar nada
en nuestra relación, pero algo sí que ha cambiado. En esencia estamos igual,
nos llevamos muy bien y sigo pensando todas esas moñadas que pensaba hace unos
años... Pero a lo mejor el “efecto recién casados” sí que es real, cuando yo
pensaba que era un mito. Por un lado nos noto más ñoños que de costumbre (y ya
es complicado). Por otro lado, el que yo haya empezado a currar en horario de
tarde hace que no veamos mucho menos y los ratos que estamos juntos nos apetece
mucho estarlo (o por lo menos a mí). Me gusta mucho que todas las noches,
cuando llego de trabajar, le pille liado en la cocina preparando la cena.
También me ocurre que, desde que nos casamos, pienso más en
el futuro. En las cosas más a medio-largo plazo. En los planes que podemos
hacer. En los sitios que nos quedan por ver. En lo que nos surgirá en un
tiempo. No es que esté planificando mi vida al detalle, sino que me hace
ilusión que vayamos a tener una vida en común a largo plazo. Pienso en nosotros
dentro de unos años y me hace feliz el mero hecho de imaginarnos un poco más
mayores, pero juntos. Sólo eso ya me hace sentir muy bien.
La convivencia cada vez es más fácil. He aprendido a ser más
tolerante con el orden y la limpieza y él ha puesto de su parte y hace el
esfuerzo de que algunas cosas que no ha hecho nunca pasen a ser costumbre. La
nueva casa no ayuda mucho (más espacio y más cosas para limpiar), ni tampoco mi
horario que no me llega el tiempo para hacer nada, pero en los últimos meses
parece que hemos llegado a un punto de equilibrio bastante bueno.
La mudanza también ha ayudado a esa sensación de “una vida
en común”. Aunque sólo sea por la cantidad de cosas que hemos comprado, las
visitas al Ikea, las indecisiones, las comparaciones, las decisiones... Me da
la sensación de que en los últimos meses hemos estado construyendo nuestro
hogar. Y es raro porque ya lo hicimos hace tres años, cuando nos fuimos a vivir
juntos. Pero este cambio de casa me ha generado esa sensación más intensamente.
No digo que todo haya sido un camino de rosas desde la boda,
que nuestros malos momentos también los tenemos. Son pocos, pero son como las
meigas, haberlos haylos. Lo que sí puedo decir con toda seguridad, es que han
sido unos meses de mucha serenidad y calma, al menos para mi.
Y es que es fácil sentirse así conviviendo con una persona
que tiene un trato tan fácil, que se preocupa tanto por mí, que me hace feliz,
que siempre tiene una sonrisa o un beso o una broma dispuestos, que me escucha
mis necesidades, que me valora, que todos los días me dice una cosa bonita, que
me hace sentir muy querida y a la que quiero un montón. Que tampoco es
perfecto, no. Tiene sus cosillas. A veces. Pero yo tampoco soy perfecta y él
entiende mis defectos y es tolerante con mis fallos, así que yo intento lo
propio con él.
Y que me ha salido un post muy moñas, pero hacía tiempo que
no escribía moñadas, y mi maridito se merece eso y mucho más :)
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