De higos a brevas.
Me gusta esa expresión, de higos a brevas. Puede utilizarse para describir la frecuencia de mis actualizaciones en el blog ahora mismo. Sí, que he reducido el ritmo, pero es que estamos en verano, prefiero seguir disfrutando lo poco que me queda de septiembre a contarlo aquí. Ya tendré tiempo y ganas cuando tenga que estar encerrada en casa por las inclemencias de la nueva temporada otoño/invierno...
Septiembre es un mes de altibajos para mi. Empieza muy bien con el cumple de Dani y las fiestas del pueblo, que siempre son motivo para que nos juntemos con muchos amigos después del verano. Pero después, el tema de la vuelta al cole y el que llegue el otoño ya me disgusta un poco. Lo de la vuelta al cole ya se nota. Se nota que ya estamos todos en Madrid otra vez, vamos. Con lo a gusto que se estaba en Agosto, cuesta volver a acostumbrarse a buscar aparcamiento, a compartir el metro con mucha gente, a que el mercado vuelva a estar lleno y tardar el doble en hacer la compra... Y luego viene el fresco, y cambiar la ropa de verano por la de invierno, y adiós a mis vestidos, mis pantalones cortos y mis sandalias. ¡Qué tristeza más grande! Pero bueno, no me adelantaré mucho a los acontecimientos, que todavía estamos en la parte buena del mes.
Y qué ricos los higos. Me recuerdan a cuando era pequeña e iba con mi familia a la finca de unos amigos. Íbamos sobre todo en verano, y allí tenían una higuera, con lo que yo iba viendo como los higos salían, iban madurando hasta septiembre, que era cuando los cogíamos directamente del árbol y los comíamos cuando nos apetecía. ¡Qué ricos eran!
Pero lo malo es que ahora me toca otra vez a esperar a las brevas, que salen en junio y a mi no me gustan, pero me veo identificada en esa espera de verano a verano. Ains, qué rápido se pasa lo bueno. Menos mal que luego me conciencio de las cosas que me gustan del otoño y del invierno, que si no me iba a volver turulata...
Y ya.
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