sábado, 23 de septiembre de 2017

Ya está aquí, ya llegó...

...la patrulla caniii... estooooo, que me traiciona el subconsciente.

Esta es del año pasado, pero fue
una excursión de otoño que me encantó 

A lo que iba es que ya estamos en otoño, esa época que en mi pueblo pasamos de un día de verano a treinta grados sudando a la gota gorda, a otro de invierno a menos de diez grados, con abrigo y bufanda. Vamos, que en Madrid el entretiempo, como lo llaman en otros lugares, es un ser mitológico que a veces vemos de refilón por el rabillo del ojo durante unas horas. Así que será otoño, pero aquí seguimos de verano, y seguiremos así unas semanas, hasta primeros o mediados de octubre normalmente. Después llegará el frío y si te he visto (buen tiempo) no me acuerdo de ti hasta mayo del año que viene.

Pero en fin, aunque no es de mis épocas favoritas, tiene sus cosas buenas. Por estas fechas me gusta ir al pueblo, a ver si cogemos castañas y nos damos un paseo por el campo antes de que haga demasiado frío. Y para este otoño tenemos ya previstos un par de viajes, en noviembre a ver a Fer a Dublín y en diciembre con #losabuelos y los tíos de puente a Madeira. También me gustaría hacer un par de excursiones antes de que llegue el frío, pero no sé si Dani se dejará convencer de tanto ir y venir a tantos sitios.

Y para celebrar el equinoccio hemos pasado una semana muy ajetreada, celebrando el cumple del pequesaurio el miércoles y ayer el de Antonio, hasta las once de la noche de juerga en Madrid. Qué fiesteros que somos :P Por cierto, que nos invitó a un sitio ecuatoriano, que yo nunca había comido nada típico de Ecuador, y me encantó, sobre todo el chaulafan... Buenísimo. El jueves también celebré el final del verano con una visita a la peluquería, que desde antes del primavera no iba. Es lo que tiene ser una madre trabajadora, que ya no me acuerdo de lo que era pasar de vez en cuando por chapa y pintura...

En fin, que ya estamos enfilando la recta final del año. Vamos a por ello :D

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Del destete.


Ya antes del verano empezó a rondar mi mente la idea de destetar a la chiquinina. La verdad es que desde que hicimos el plan padre y duerme del tirón por la noche, hemos estado más de un año que la lactancia ha sido muy cómoda para mí, y estabilizadas en tres o cuatro tomas al día. Cuando la peque cumplió los dos años empecé a notar un poco de desgaste psicológico, y antes del verano más aún. Supongo que se juntó con el cansancio mental y físico, la necesidad de vacaciones, cosas del curro... En fin, mis circunstancias personales. Lógicamente, ella no quiere destetetarse, si no lo habría hecho ya solita, pero yo tampoco lo quería hacer de forma brusca o que le supusiera mucho malestar a ella.

Parto de la base de que la lactancia debería llegar hasta donde el bebé y/o la madre deseasen llegar. Tengo en cuenta las necesidades de mi niña, pero también tengo que ser responsable conmigo misma, y mantener una situación que me genera desgaste no es respetuoso para mí. Muchos piensan que elegir el momento de destete por parte de la madre no es respetuoso para el bebé (o niñ@), pero se puede hacer de muchas maneras que tengan en cuenta al lactante también.

La primera forma, y la más extendida es "no ofrecer (teta), no negar (cuando pida teta)". A mí "no ofrecer, no negar" no me ha servido para nada, porque era la forma habitual de funcionar desde que la peque cumplió los seis meses. Ella tomaba cuando quería y yo nunca le ofrecía cuando ella no pedía. Después de dieciocho meses funcionando así, estaba claro que no se iba a destetar con ese plan maestro. Así que pasé a la estrategia de ofrecer alternativas y negarme un poquito. Que ha sido lo que ha ido funcionando.

Lo he hecho sin planificar, como me ha ido saliendo de forma natural, sin marcarme plazos y sin prisa. Ya digo que llevo como seis meses reduciendo poco a poco las tomas. Lo primero que hice, aprovechando el frío de la primavera, fue explicarle que no le iba a dar en la calle. Cuando estábamos en la calle y pedía, le ofrecía agua o comida, y le decía que le daría al llegar a casa. En muy poco tiempo dejó de pedir en la calle, porque además está más entretenida y no se acuerda casi nunca. Así quitamos la toma de después del cole: nos íbamos directamente al parque y allí jugaba y merendaba sin acordarse de la teta. Cuando empezó a hacer calor para ir al parque después del cole, ya se había acostumbrado a merendar sin teta, aunque al llegar a casa yo no me podía sentar en el sofá y me tenía que poner a hacer cosas o a jugar con ella, porque durante mucho tiempo si me veía sentada en el sofá se acordaba y me pedía teta.

La siguiente toma que quitamos fue la de la noche. Esto fue un poco casual, porque pasó un día antes de las vacaciones, que nos sentamos en una terraza a tomar algo antes de cenar y me tomé un vino. Pensamos que después la peque se dormiría con Dani, pero no quiso con él y la tuve que dormir yo sin darle teta. La verdad es que lo entendió bien, me pidió agua y se durmió sin mucho problema, así que eso me animó para intentarlo otras noches. Algunos días no había manera y le tenía que dar, otros días ofreciéndole leche o agua o un cuento, colaba. Pero en pocas semanas ya se dormía conmigo todas las noches sin darle esa toma. Yo creo que desde antes de las vacaciones ya no ha vuelto a tomar para dormir.

Y la toma que nos queda es la de por la mañana, que estamos en ello. De momento entre diario ya no está tomando. Le ofrezco leche cuando se levanta y le está valiendo. Pero los fines de semana, que nos despertamos todos juntos en la cama, sí que me pide siempre y le suelo dar. También me sigue pidiendo a veces y cuando no le vale nada más (comida, bebida, mimos o juegos), pues le doy, qué remedio. Sé que el destete no es un proceso lineal, que es lento y con sus retrocesos, si se quiere hacer bien, así que intento no tener prisa y no desesperar. También ayuda un pensamiento que me viene a la cabeza que es que no sé cuando será la última vez que mi pequeña tomará pecho y en el fondo me apetece terminar pero sé que lo echaré de menos.

Hubo un momento durante las vacaciones que estuvo casi tres días sin tomar ni pedir ninguna vez y me acojoné un poco. Yo pensaba con una mezcla de susto y pena, y un poco de esperanza ¡A ver si se me ha destetado de repente! Pero no, siguió pidiendo por las mañanas y alguna vez más suelta. La semana pasada tomó un día por la tarde, pero lo dejó enseguida porque no debía salir ná de ná. Eso sí, espero que con el tiempo también se le pase la obsesión que tiene con mis tetas, porque ya no me pide mucho, pero se pasa el día con la mano metida por mi escote. El otro día las miraba y me decía "mamá, tiene tetas, son muy bonitas" XDDD Me imagino que las echará un poco de menos.

En fin, que lo estoy intentando hacer de la mejor manera posible, pero también ella lo pone bastante fácil, porque la gran mayoría de las veces que me pide le digo que no, le ofrezco otras cosas y casi siempre se conforma, bastante resignada. Parece que estamos cerrando otra etapa juntas, que yo la recordaré con mucho cariño, y espero que a ella le haya aportado mucho para el resto de su vida.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Excursión a Manzanares el Real.

Ya que tenemos que ponernos en modo ahorro (de dineros, ya contaré lo que nos pasa en otra entrada), pero conocer sitios nuevos es algo imprescindible en mi vida para poder sacarle juguillo al tiempo libre, he pensado que a ver si convenzo a mi #mariditosexy para hacer excursiones de un día o dos algún fin de semana durante el otoño. De momento el último finde de agosto estuvimos conociendo el castillo de Manzanares el Real.

Llegamos a Manzanares como a las doce y nos fuimos directos a ver el castillo. Allí compramos las entradas (5€ adultos, 3€ niños y mayores de 65, gratis menores de 3 años) y nos dijeron que había una visita teatralizada a las doce, así que hasta las doce y media no podíamos entrar. Aprovechamos para ver los jardines y el exterior del castillo.






Después entramos y vimos las diferentes salas. Está curioso, bastante bien conservado y a la chiquinina le encantó ver un castillo de princhesas. La parte que más me gustó fue el patio porticado y la visita a las torres. Las vistas al embalse de Santillana y a la Pedriza merecen la pena. La parte que menos, un par de escaleras de caracol empinadas y estrechas, que nos costó subir y bajar con la peque en brazos.







Después de la visita fuimos a tomar el aperitivo. Lo tomamos en la plaza del Pueblo, en un sitio que se llama La Taurina. Y a comer fuimos a un restaurante que se llama Parra. Es el típico mesón castellano. La comida estuvo bien y no fue muy caro, creo recordar que menos de treinta euros por cabeza.

En resumen, me parece una visita que merece la pena hacer con niños. La peque con sólo dos años lo disfrutó bastante, así que me imagino que los niños más mayores les gustará eso de ver un castillo tan bien conservado y bonito. Y tan cerca de casa :)