viernes, 14 de marzo de 2014

Otro marzo mayeando...

Me da mucho gustico el tiempo que está haciendo. El domingo pasado a mediodía estuvimos tomando el vermú en una terraza, a ratos en manga corta, y propusimos que siga este tiempo hasta junio y a partir de junio un poco más de calor, para retomar los pantalones cortos y las sandalias, y algunos días de piscina. Pero ni Andrea ni yo sabemos dónde hay que firmar, así que nos tocará volver a pasar frío de aquí al cuarenta de mayo.

Lo malo es que la sabiduría popular es muy profunda y suele tener mucha razón, y ya llevamos varios años que en marzo hace muy buen tiempo y luego en mayo no hay forma de quitarse el abrigo. Y eso ya me mola menos, no lo voy a negar. Que ahora estoy aburrida de las capas de ropa, las botas y las bufandas, pero en mayo estaré hastalapuntadeldedogordolpié... Otra cosa que mola es que en Alcorcón estamos en pleno "hanami", cual japoneses, con todos los cerezos y los almendros en flor. Es muy bonito. Hace que la primavera sea mucho más patente, aunque todavía quede una semana para que llegue.

Voy a intentar convencer a alguien a ver si este finde me llevan a coger mimosas, que mis narcisos tristemente ya se han pochado. Y mañana tengo mi primera clase de yoga.

En fin, que habrá que aprovechar mientras podamos y disfrutar de las terrazas y las flores, que seguro que todavía nos quedan días de frío y lluvia. Pero que tarden un poquito en venir, porfa.

martes, 11 de marzo de 2014

Viaje a Tokio (IV): Nikko.

El lunes me despierto a la una de la madrugada (!!). Dani me dice que nos hemos acostado demasiado pronto, pero me doy la vuelta y seguimos durmiendo hasta las cinco de la mañana. Ahí sí que ya no puedo dormir más, pero me quedo en la cama descansando hasta las siete. Desayunamos croisants y bollitos de chocolate. Hemos comprado agua con sabor a naranja en lugar de zumo... Cosas del directo y del idioma. Así que yo me tomo un té verde que hay para hacer en la habitación. Nos vestimos y salimos dirección a Tokyo Station para coger el shinkansen que nos llevará a Utsunomiya. El tren sale a las nueve. En Utsunomiya nos bajamos y cogemos el tren local que va a Nikko. En la estación está muy bien indicado, así que es casi imposible perderse. Como tenemos un rato en el transbordo, compramos un poco más de desayuno: Andrea y yo repetimos con los onigiris, y también compramos un daifuku para probar, aunque está demasiado dulce y no nos lo terminamos. El camino  en el tren es muy bonito, entre bosques y campos. Cada vez va haciendo más frío.

Llegamos a Nikko y decidimos subir andando hasta la zona de templos. Es una calle en línea recta hasta el puente y tardamos unos 15 minutos, pero no vamos muy rápido, nos entretenemos mirando los negocios y las casas. Por el camino también localizamos el restaurante para comer, muy recomendado en el foro de Los Viajeros, y también sale en mi guía de Lonely Planet. Está en las misma calle que va de la estación hasta el puente, casi llegando arriba, al puente, en la acera de la izquierda según subes. Ya en el puente nos liamos a hacer fotos como posesos.



Damos una vuelta por la zona de templos. No entramos al templo Rinno-ji, que está tapado, pero sí al Tosho-gu. La entrada son 1300 yenes. Nos llueve bastante mientras estamos dentro y hay bastante gente, y eso que es lunes. No me quiero imaginar cómo serán los fines de semana.

Una linterna.

De camino a los templos.

Detalle de uno de los edificios en Sanjinko.

Los famosos tres monos.

Linternas por todos lados.

Nemuri-neko.

Al terminar damos otra vuelta por la zona de templos pero ya no entramos a ninguno más. Son las dos de la tarde y el hambre aprieta, así que vamos al restaurante, el Hippari Dako. Es el restaurante más pequeño y curioso en el que he comido nunca. Comemos cada uno un plato con yakitori, yakisoba y arroz, más dos cervezas de medio litro y una coca cola, todo por 3900 yenes.  Las señoras mayores que llevan el restaurante son muy amables. Por supuesto, dejamos nuestro mensaje en la pared.

Los mensajes de los viajeros.

Nosotros dejamos el nuestro :)

La comida, impresionantemente buena.

Bajamos hacia el tren y cogemos uno de vuelta a las cuatro de la tarde. En Ustunomiya no hay billetes para el siguiente sinkanshen, así que nos toca esperar una hora. Nos tomamos tranquilamente un café y un chocolate caliente. En el shinkansen de vuelta me hecho una siesta. Cogemos el metro de nuevo hacia Akasaka y entramos a un Seven Eleven a comprar el desayuno del día siguiente. Estamos tan cansados que, por no buscar un restaurante para cenar, compramos algo para comer en el hotel. Yo, del agotamiento, ni tengo hambre. Me pego una ducha, mando unos mensajes y fotos con la wifi y estoy dormida antes de las nueve. Esto del jet lag es un suplicio, aunque en este viaje parece que no me está afectando tanto como el primero que hicimos a Japón.

El día siguiente, martes, nos espera la excursión al Monte Fuji.

Para ver las otras entradas sobre el viaje:

Preparativos y presupuesto.
Viaje y llegada a Tokio.
Parque Yoyogi, templo Meiji-Jingu y Harajuku.
Nikko.
Excursión al Monte Fuji.
El palacio imperial, Ginza y Shibuya.
Shinjuku, Tokyo Government Building, Tokyo Tower y Roppongi.
Akihabara y Museo Edo-Tokyo.
Asakusa, Ueno y Shibuya.
Vuelta, resúmen y consejos.

miércoles, 5 de marzo de 2014

La socialización en conejos enanos.

No voy a explicar cómo se hace una socialización, porque hay mucha información ya en el internet y no voy a aportar mucho a lo que ya hay. Yo saqué la información de dos sitios principalmente, de La Madriguera y de ANAC:

Socialización en La Madriguera.

Socialización en ANAC.

También en el foro de ANAC, de los socios que contaban sus experiencias de socialización.

Bueno, como bien dicen en esas páginas hay dos formas de socializar a los conejos. Una poco a poco, poniendo las jaulas juntas y viendo cómo reaccionan hasta terminar juntándoles en una sola jaula, y otra "a lo mecagüen", usando una zona neutral (o la cúpula del trueno, como dice mi marido). Nosotros hemos hecho un poco de mezcla. Al principio dejamos a Damara en un parque cerrado, en una habitación que teníamos medio vacía, y Paul en su jaula en el salón, como siempre. Queríamos darle a Damara unos días para adaptarse y que estuviera más tranquila. El problema es que la habitación donde estaba la conejita era la habitación donde Paul había tenido sus cajas y su casita de heno para jugar, que nos las llevamos al salón. Pero Paul siempre ha estado suelto por la casa, es muy cotilla y a la mínima que entrábamos a la habitación a ver cómo estaba la conejita, a darle la comida o cambiarle la esquinera, Paul se colaba y cotilleaba.

La primera vez que se vieron la reacción de Paul fue de "no me entero que haya otro conejo aquí" y cuando se dio cuenta, se quedó alucinado, el pobre, porque casi no ha tenido contacto con otros conejos. Después de ver que no se mataban de primeras, dejamos a Paul entrar un poco en la habitación, pero lo ponía todo perdido de caca y pis cada vez que estaba más de cinco minutos cerca de Damara, así que decidimos optar por la zona neutral.

Limpié bien la habitación con vinagre, puse un hule bien grande en el suelo para los pises y las cacas (lo pegué con cinta de embalar al suelo para que no se moviera y no se comieran los bordes) y cerramos un espacio de unos cinco metros cuadrados con unos cartones grandes que teníamos haciendo de valla. Puse una esquinera nueva, una casita de heno nueva, una camita nueva, unas cajas de cartón, agua, heno y verduras. Y para dentro que fueron los dos, aprovechando unos días que estuve de baja, para poder controlarles en todo momento.



Los primeros momentos no fueron malos, porque estaban entretenidos comiendo y explorando el terreno. Después empezaron las persecuciones. Era Paul el que gruñía y perseguía a Damara sobre todo, pero sin atacarse en ningún momento, no voló ni un mechón de pelo conejil. También empezaron a hacer cacas por todas partes y Paul hizo algún que otro pis en aspersión. En fin que los dejamos a su bola al ver que no se atacaban para que se fueran conociendo. Por la noche ya estaban comiendo heno juntos.

Aquí un vídeo de los primeros momentos, cuando ya había comprobado que no se atacaban.




Aún así, como todavía había alguna carrera les dejamos toda la noche dentro de la zona neutral porsiaca. Yo me levantaba de vez en cuando a ver si no había mechones de pelo y estaban tranquilos. Por la mañana del día siguiente, como ya estaba tranquilos y parecía que la cosa no iba a ir peor, después de 24 horas juntos, les metí en su jaula nueva para que la estrenaran los dos a la vez.

Al final, con los días han pasado de tolerarse a llevarse muy bien, con muchos besitos incluidos y siestas repanchingados los dos bien juntitos. También juegan a perseguirse por la habitación donde tienen la jaula, pero nunca se han atacado, aunque parece que la macho alfa de la relación ha acabado siendo Damara.

Aquí unos cuantos cariñitos:



Siempre que están tranquilos y juntos Paul se agacha y se pone en posición de "hazme mimos" XD

Después de la socialización, suponemos que por el estrés, Paul ha pasado por una época de depilarse las patas, todas. También le ha salido alguna calvita, que desde que tuvo hongos le salen cuando pasa algún periodo de estrés. Pero ahora parece que ya le está saliendo otra vez el pelo por todas partes y tiene su humor cariñoso y juguetón de siempre. Damara lo ha llevado mejor. A veces sale corriendo porque Paul la agobia pidiendo mimos, pero parece que está muy cómoda porque ya había convivido con otros conejos en su casa de acogida. Todavía no se atreve a salir de la habitación donde está la jaula, pero por la habitación se pasea, destruye cajas de cartón (es una destructora de todo lo que pilla) y corretea.

En fin, que fue todo más sencillo de lo que pensábamos y nos salió muy bien la jugada. Al principio me daba canguelo que no se llevasen bien y que al final tuviésemos que tenerlos separados, pero finalmente ha salido de la mejor manera posible y me alegro un montón de haber adoptado a Damara. Ahora ya no me da tanta cosita cuando se quedan solos en casa porque me voy a currar, porque se hacen compañía.

lunes, 10 de febrero de 2014

De hibernaciones, oasis primaverales y sancortinglés.

Voy p'allá con una entrada remezcla de esas que me molan, que hace mucho que no actualizo.

Hoy es sancortinglés, o San Valentín si prefieren. Ya he hecho varios años mi alegato a favor de quererse mucho todos los días del año, y no caer en la vorágine consumista de este día, pero también tengo que reconocer que a nadie le amarga un dulce. Así que esta noche me toca cena-chachi-guay con mi maridito, en casa, eso sí. No por el dinero, que afortunadamente tenemos curro los dos y de cenar fuera no nos privamos nada. Mis lorzas lo atestiguan. Más bien es porque hoy estará todo petao. Así que un buen plato de pulpo, un buen queso y nuestra paleta ibérica acompañarán a un vinito rico, en nuestra casa calentita, con pijama si hace falta. Estéticamente no es muy romántico, pero a mi me apetece un montón. Y las moñadas ya se las diré al interesado en directo esta noche :P

El finde pasado teníamos plan de salir a comer con unos amigos y sus hijos fuera, pero por circunstancias no se pudo hacer, así que decidimos, tal y como estaba el tiempo, hibernar un poco. Así que, el sábado nos pasamos la mañana yo dándole al portátil y Dani dándole a la Xbox, jugando a los zombies con Víctor online, en el sofá, pijamita aún puesto, y sin mucha intención de hacer nada hasta por la noche, que quedamos con Andrea para ir a cenar al Peggy Sue's y después nos tomamos una en un pub irlandés. Y el domingo más de lo mismo, nos levantamos casi a la hora de comer, haciendo una cura de sueño. Comimos y después de comer vimos el segundo capítulo de la tercera temporada de Sherlock. Por la noche se nos ocurrió la feliz idea de salir a cenar algo por ahí y pasó lo que tenía que pasar. Cuando volvíamos a casa nos cayó tanta agua que llegamos hasta con los paños menores empapados. Y eso que el bar está a diez minutos de casa... Si es que cuando hay que hibernar no se puede salir de juerga.

Y eso, que hace un tiempo muy asqueroso. Empiezo a estar un poco hasta el moño del invierno. Sobre todo porque hace muchos días que no veo el sol. El frío me molesta pero lo llevo, pero el agua me jode un montón. Así no hay manera de hacer la lagartija, oigan. El sol lo vi ayer, que hacía un día de primavera: solete y buena temperatura, y lo que me jodió fue tener que irme a currar. Pero me molan un montón esos días de febrero (que todos los años hay alguno), que si te quedas parada al sol no sabes si es febrero o principios de mayo. Bueno, porque los árboles están pelaos y no huele a primavera, pero si no...

Habrá que darse mucho amor mientras desespero porque llegue la primavera <3

lunes, 3 de febrero de 2014

Viaje a Tokio (III): Domingo. Parque Yoyogi,templo Meiji-Jingu y Harajuku.

Pues, como comentaba en la entrada anterior, sobre el viaje y la llegada a Tokio, el domingo sobre las once de la mañana, sin haber podido hacer check in en el hotel, dejamos el equipaje y salimos a nuestra primera toma de contacto con Tokio.

Empezamos dando un paseo por la calle del hotel, para reconocer el terreno. Hay bastantes restaurantes y muchas tiendas tipo seven eleven. Entramos en una tienda para comer algo, porque desde el desayuno en el avión no hemos comido nada. Andrea y yo compramos un onigiri para cada una y unas bebidas que no sabemos muy bien lo que son. La de Dani resulta ser agua con sabor a limón. La nuestra es té de cebada, pero no lo descubriremos hasta el día siguiente (está bastante malo, por cierto). Después de comer el desayuno tokiota vamos otra vez al metro para ir al parque Yoyogi. Son tres paradas en la línea Chiyoda, de Akasaka a Meiji-Jingumae, 160 yenes por cabeza.

Salimos del metro por la salida 2, hacia la estación de JR de Harajuku, que da al puente Jingu-Bashi, que es donde se suelen poner los rockabillys. Son poco más de las once, así que es pronto para verles. Está nublado pero hace muy buena temperatura, casi nos sobran los abrigos. Damos un paseo por el parque hasta el santuario Meiji. Hay muchísima gente, muchos niños y mujeres vestidos de manera tradicional, y algunas adolescentes vestidas de forma bastante estrafalaria. El paseo por el parque hasta el santuario es muy agradable.

El puente Jingu-Bashi

El torii que hay en la entrada al parque

Barriles de sake como ofrenda al templo.

Madre e hija vestidas de forma tradicional.

El santuario es uno de los más importantes de Tokio. El edificio actual es de los años 50 y fue construido en honor al emperador Meiji. Es sintoísta, dedicado a los espíritus del emperador y la emperatriz. Se terminó de construir en los años 20.

El rito de purificación.

La entrada el templo.

Los Ema que son oraciones y deseos.

El recinto interior del santuario.
Después de ver el santuario y muchas fotos, volvemos dando un paseo por el parque y nos dirigimos a Harajuku. Es la hora de comer y las fuerzas nos empiezan a fallar, así que damos un paseo por Harajuku y Omotesando, pero como no encontramos nada para comer que nos convenza (para mi que estamos un poco empanados y bloqueados), volvemos hacia Akasaka.

Una de las callejuelas de Harajuku.

Harajuku me recuerda a la zona de Fuencarral y Tribunal en Madrid: muchas tiendas modernas de ropa para jóvenes, muchas peluquerías que no sabes si es una peluquería o un pub o una galería de arte, mucho moderneo, mucho adolescente... Curioso para darse un paseo y perderse por sus callejuelas.

Curiosa entrada a un centro comercial.

El bulevar de Omotesando.
Omotesando son los Campos Elíseos de Tokio. Es una calle larga llena de tiendas, restaurantes y centros comerciales.

Con las fuerzas a menos tres, llegamos a Akasaka y vamos al Akasaka Sacas, que es un complejo de varios edificios, uno de ellos de oficinas que en los bajos tiene varios restaurantes. Al final comemos en un restaurante de "comida sana" que tiene poco de Coreano y mucho de franquicia, pero las fuerzas no nos dan para más. El restaurante se llama Bibigo y comemos los tres por unos 5000 yenes. Hacemos check in en el hotel después de comer y por fin me puedo dar la deseada ducha. Descansamos un rato en la habitación, aprovechando el wifi, dormimos una siestita muy corta y salimos a dar otra vuelta por la zona.

La zona de Akasaka, aunque no lo sabíamos lo acabamos descubriendo pronto, está llena de barbacoas coreanas, restaurantes españoles y karaokes. También se nota que es una zona cara, por los cochazos que nos encontramos de vez en cuando. Compramos el desayuno para el día siguiente en el Seven Eleven y a las siete de la tarde nos vamos a la cama porque el cuerpo no aguanta más. Además, al día siguiente nos espera la excursión a Nikko y hay que estar descansados.

Para ver las otras entradas sobre el viaje:

Preparativos y presupuesto.
Viaje y llegada a Tokio.
Parque Yoyogi, templo Meiji-Jingu y Harajuku.
Nikko.
Excursión al Monte Fuji.
El palacio imperial, Ginza y Shibuya.
Shinjuku, Tokyo Government Building, Tokyo Tower y Roppongi.
Akihabara y Museo Edo-Tokyo.
Asakusa, Ueno y Shibuya.
Vuelta, resúmen y consejos.