viernes, 8 de junio de 2007

Nuevas experiencias telefonistas,

Hoy he estado comiendo con Marta (mi compañera en ese desquiciante trabajo que tengo) y su niño. El niño es un amor, tiene dos añitos y es como una radio, muy cariñoso y simpático. Es de los típicos nenes que van saludando a todo el mundo desde el carrito. Aún así no ha conseguido despertarme el instinto maternal. Debe ser que lo tengo fosilizado. En el curro ya están mandando a casi todo el mundo a otras campañas y los que no, se van voluntariamente (no me extraña). Además no hacemos más que pelearnos con la gente porque ya no quedan citas casi en toda la comunidad de Madrid. Esto da buenos y malos momentos (y mezclados a la vez, también):

-Señor: Hola, quiero una cita para mañana a las cinco y media de la tarde en Guzmán el Bueno.
-Yo me froto las manos y emito una risilla de psicópata mientras pienso: te vas a cagar, so memo. Pero digo, muy profesional: Lo siento, caballero, en toda la comunidad de Madrid sólo nos quedan citas en el barrio del Pilar para el día 29 por la mañana.
-Y el señor te monta el pollo, claro: ¡¡¡Pero cómo que no hay citas!!! ¡Esto es inaceptable! ¿Está usted segura, señorita? Quiero hablar con su supervisor. Bla, bla, bla...

También hemos tenido momentos históricos:
-Yo: dígame dónde quiere la cita, por favor.
-Señora: Pues ahí... donde estás tú... en la calle ésta que está el Mercadona en la esquina...
-Yo pienso: madremía, lo que hay que aguantar, pero digo: Señora, yo estoy en San Sebastián de los Reyes en Madrid. Dígame en qué población está usted.
-Señora: Ah... ¿No estás ahí en la oficina? Yo pensaba que estabas aquí en Masegoso de la Alpujarra...

-Yo: Le digo el número de referencia de su cita, tome nota, por favor, que se lo van a pedir allí: cinco cuatro seis ocho dos uno.
-Señor (de doscientos treinta años por lo menos): A ver que te lo repito para ver si está bien: dos seis ocho siete nueve tres.
-Yo: No, se lo digo otra vez: cincooo... cuatrooo... seiiiis... ochooo... dooos... unooo...
-Señor: seis siete nueve cinco tres siete.
-Yo pienso: Me está vacilando, fijo, pero digo (con voz cansina): Vamos a ver cincooo... cuatrooo... se...
-Señor: Espera un momento, que voy a por un boli para apuntarlo, que no me voy a acordar.
-Yo pienso: Me cagüen tós tus muertos, mamón. Pero digo: Sí, no se preocupe, que le espero.
Qué le voy a decir...

Se puede comprobar que nos lo pasamos pipa. Porque estas situaciones son las más comunes y nos han pasado a todos en algún momento de la campaña. Luego vienen otras más extrañas, como cuando un señor (que parece bastante mayor) te pide el teléfono a tí (en plan ligoteo a tutiplén), cuando un tío con voz igualita que el Neng se pone a contarte sus problemas personales, cuando te insultan (y tú les cuelgas, claro), cuando una señora se despolla viva porque no se acuerda de su propio número de teléfono y te contagia la risa y no puedes parar...

Está claro que tié que haber de tó en este mundo.