miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tormentas de verano.

Hay veces que me gustaría que los malos momentos fueran como una tormenta de verano. Te pillan desprevenida, sí, y casi ni avisan que están llegando. A lo lejos ves el resplandor de los rayos, pero ni siquiera suenan los truenos. Y de repente se pone a diluviar. O a caer granizos del tamaño de nueces. Suenan como piedras chocando contra la persiana del cuarto y el viento parece que va a arrancar de cuajo los tristes arbolillos de la calle.

El corazón se acelera mientras piensas ¡Por Tutatis! Hoy sí que se nos cae el cielo sobre nuestras cabezas... Si tienes suerte puedes darte la vuelta en la cama y acurrucarte contra un cuerpo calentito y medio dormido (lo cual reconforta mucho, para qué engañarnos) mientras esperas a que pase el temporal y la taquicardia asociada.

Y al día siguiente, vualá: cielo azul completamente despejado, un sol tibio que evapora los charcos, aire húmedo y olor a tierra mojada... Ni rastro de lluvia, granizo, rayos, truenos o viento huracanado.

Qué sencillo sería todo.

Y sí, debido a mi pequeño temor a las tormentas, anoche lo pasé un poco mal con la peazo granizada que nos cayó encima.

Y mi coche durmiendo en la calle... Por suerte no ha sufrido ningún daño y, tal y como me dio por pensar mientras intentaba dormirme, con el chaparrón se le han quitado las inmensas cagadas de pájaro (o por el tamaño de sus residuos, tal vez caballos) que tenía. No hay mal que por bien no venga, que dicen en mi pueblo.

1 comentario:

Quico dijo...

Lo del otro día fue espectacular, lo vi por la tele. Aqui en la costa tuvimos una parecida el mes pasado y sin previo aviso. Cuando hay tormenta mi centro de prevención de riesgos meteorológicos particular, es decir, mi madre, se adelanta y me llama para decirme, ¡no salgas de casa que habrá tormenta! Qué pánico tiene la pobre. Creo que me lo está pegando y tó! Da cague si te pilla en el coche, eh?

Un saludete!