martes, 14 de agosto de 2012

Y llegó...

Bueno, después de meses dando la brasa con la boda, hoy ha llegado el momento de hacer un pequeño resumen del evento.

Para empezar sí que quiero decir que fue uno de los mejores días de mi vida. Me lo pasé genial y tener a mi familia y a mis amigos cerca, compartirlo con ellos, fue muy especial.

Pues ná. El sábado me desperté muy prontito para ir a la peluquería. Me pasó a buscar Andrea y a las nueve estábamos ya en la pelu, con mi madre. A las once ya habíamos terminado las tres y nos fuimos a casa de mis padres para vestirnos. Al final me hice un recogido bajo, un poco despeinado, con las horquillas de nácar que me regalaron mis padres.



Cuando llegamos a casa ¡ya estaba mi ramo! Qué bonito. Fue una de las cosas que más me gustó de la boda y me hizo mucha ilusión verlo allí cuando llegué. Y el prendido de Dani también me pareció muy bonito. El ramo eran pequeñas rosas ramificadas blancas con muchas craspedias y un poco de verde. Lo compré en The Workshop Flores y me encantó el trabajo que hicieron.


Yo estaba muy tranquila, sorprendentemente. Nos vestimos todos, nos hicimos unas fotos en casa y salimos hacia Alcorcón como a las doce y cuarto. Mi vestido, por si le interesa a alguna por ahí, es el Dolly de Cymbeline, que es de hace dos temporadas. Un vestido de raso sencillo con un sobrevestido de plumeti y volantes de encaje, con escote de pico por delante y por detrás, y un lazo de gasa atado en la espalda. Precioso. Y con mis zapatos amarillos, a juego con el ramo, que me los hicieron en Emilio Badiola, porque no encontré ningún zapato amarillo que me gustara. Y como joyas, sólo llevé el reloj de oro blanco y brillantes de mi bisabuela, que me dejó mi madre para ese día.





La ceremonia empezaba a la una, pero a menos cuarto ya estábamos allí. A mí no me apetecía llegar la última con todo el mundo esperando ya dentro. Prefería llegar pronto, con tiempo para no ponerme nerviosa, para saludar a la gente antes de entrar y porque sabía que Dani iba a estar ya allí esperando.


Como los funcionarios vieron que habíamos llegado ya los novios, hicieron entrar a la gente y al final empezamos antes de tiempo, con lo que hubo gente que llegó tarde. La ceremonia duró poco y tampoco me acuerdo de mucho de lo que contó el concejal, aparte de que decía "cónyugues" en vez de cónyuges... Nos leyó los artículos del código civil y al final intercambiamos las alianzas y firmamos las actas. Salimos fuera y, tras una intensa lluvia de confeti y arroz, nos hicimos fotos con la familia y amigos, pero pocas, porque hacía bastante calor y un sol de justicia.

Después nos quedamos con David, que nos hizo unas fotos en un parque que estaba cerca del castillo. Han quedado preciosas, cada vez que las veo me recuerdan lo contenta que estaba ese día. Luego nos fuimos a tomar una caña con nuestro amigos, porque era pronto para ir al hotel.

Aún así llegamos al hotel pronto. Decidimos celebrarlo en el Hotel de las Letras, por lo bonito y por la ubicación, sobre todo. El salón es precioso y no puede estar en mejor sitio. Antes de ir al salón, pasamos por la habitación con la que nos obsequió el hotel para la noche de bodas. La habitación era alucinante, un dúplex con dos terrazas y jacuzzi en una de ellas. Ojalá me hubiera podido quedar a vivir allí XD


 

La comida fue un cóctel de 90 minutos, y aunque al principio la gente estaba hambrienta, al final sobró comida y todo. Quedamos muy contentos con la cantidad y la calidad de la comida. Y al ser un cóctel, pudimos estar con todo el mundo, y dedicarle al menos un ratillo a cada uno. Al empezar el cóctel repartimos los detalles para los invitados, que eran unas chapas personalizadas, en una cajita con caramelos, bolas de anís para los chicos y violetas para las chicas, y una tarjeta de agradecimiento. Las chapas fueron un triunfo y casi todo el mundo se las puso. Y hubo bastante gente que nos agradeció el que fueran tan personales. Las chapas son de Yo soy tu chapa.


Después del cóctel, abrimos la barra libre bailando nosotros dos. Decidimos que no queríamos bailar un vals, y como no nos poníamos de acuerdo en la canción porque yo no quería bailar una moñada de balada heavy y los poperillos no son muy románticos, nos decidimos por un clásico, Fly me to the Moon de Frank Sinatra. Pusimos tres horas de barra libre, en la que desparramamos bastante con nuestro amigos, sobre todo, aunque también hubo tíos, primos e incluso abuelas, que lo pasaron genial. Hubo también una merienda (llamarlo recena a las siete de la tarde queda un poco raro), con chuches, sandwiches y hasta chocolate con churros.

Cuando terminó la barra libre y nos despedimos de todo el mundo, subimos a la habitación a cambiarnos. Yo me puse otro vestido, corto, que tengo para ir a las bodas, y salimos un rato por Chueca con nuestros amigos. Las bodas de mañana son larguísimas, así que a las dos de la madrugada, rendidos y muy contentos nos fuimos a descansar al hotel.

Tras boda puedo decir dos cosas: a) Quizás sí merece la pena el esfuerzo y el tiempo invertidos en prepararla, por lo bien que lo pasé, por ver a tu gente disfrutando y por todos los buenos recuerdos que tengo ahora. Y b) No entiendo a las novias que dicen tener depresión postboda y que echan de menos los preparativos... Hay gente muy rara en este mundo. Yo lo volvería a repetir, pero por lo bien que lo pasé y lo feliz que me sentí, no por los momentos previos. Eso sí, para repetir como poco dentro de 25 años :P

Y después... ¡El viaje!

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