Y otra vez febrero.
Febrero es un mes que no me dice mucho. Es cortico y suele pasar rápido, o por lo menos es lo que yo quiero, entre las navidades y el inicio de la primavera. Para mucha gente es el mes del amor, sobre todo últimamente que se está poniendo muy de moda San Valentín. Como en repetidas ocasiones he dado mi opinión sobre el tema, no me voy a repetir como el ajo. No le doy mucha importancia a esa fecha en concreto. Ya voy a cenar muchos días con Dani por ahí, los dos solos. Ya nos hacemos regalos sorpresa de vez en cuando, sin que venga mucho a cuento. Ya nos decimos y nos demostramos muy a menudo los que nos gustamos, nos queremos, nos apetece compartirlo casi todo. Así que no me hace falta que ese día venga con flores (aunque si viene con ellas no me voy a quejar, que conste), ni que me diga lo que siente por mi, ni hacer ningún plan especial.
Febrero hay veces que me gusta, cuando le salen los días soleados, sin mucho frío, que recuerdan que al buen tiempo le va quedando menos. Recuerdo muchos de esos días de febrero en casa de mis padres, aprovechando para leer en la terraza, recargando pilas al sol, olvidando que los árboles no tienen ni una sola hoja o que dentro de tres días puede nevar...
Febrero también me gusta porque es un buen mes para comprar tulipanes, narcisos y ranúnculos, que son mis flores favoritas.
Me encantan los ranúnculos. |
Este año febrero va a ser el mes en que vuelva a currar (un ratito sólo) y el mes que vuelva a Roma, mi ciudad favorita, de las que conozco de momento (quitando Madrid, claro). Que no es poco. Espero hincharme y hartarme de pasta y pizza para una buena temporada, volver a tirar una moneda en la Fontana de Trevi (para volver una vez más) y pasear por la historia volviendo a maravillarme con todo.
Y ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario