El tercer mes.
La chiquinina hace tres meses, y ya no es tan chiquinina, aunque su padre siga diciendo que es muy pequeña. Parece mentira lo que ha cambiado desde que nació, ya no es una recién nacida y se nota. Cada vez pasa más tiempo despierta e interactúa mucho más con nosotros y le encanta cotillearlo todo. Mira a su alrededor durante ratos largos, con sus ojazos bien abiertos, asimilándolo todo. Y cuando está de buenas, si le dices cosas ella responde con un montón de gorjeos y ajitos, y con sonrisas que son para comérsela. Aguanta más ratos en la hamaca, y yo puedo ir haciendo cositas (no muchas, la verdad), mientras ella me mira.
El sueño lo ha regulado un montón. Por la noche suele dormir entre diez y doce horas, con tomas últimamente más tirando a cada tres o cuatro horas. Lo bueno es que como duerme pegada a mi en cuanto la oigo que se menea, le enchufo la teta y seguimos durmiendo plácidamente las dos. Yo hay muchas tomas que me quedo dormida antes de que ella termine, pero como le doy tumbada en la cama no hay peligro, y es lo más cómodo para las dos. Bueno, para los tres, porque Dani muchas noches no se entera de cuando se ha despertado la niña. Por el día suele hacer un par de siestas largas, de una hora o poco más, una a media mañana y otra por la tarde. Eso sí, encima de su madre o en la mochila, porque si no, no aguanta ni diez minutos. Yo aprovecho para leer, ver la tele o actualizar el blog (como en este momento, que la tengo dormida encima :P). Por la tarde-noche antes de dormir, suele tener un rato que se pone muy tontorrona, porque quiere dormir y no puede, aunque ya voy consiguiendo algún día dormirla y dejarla un ratito mientras Dani y yo cenamos. Es un gusto poder tener una horita para los dos y ser un ratito pareja otra vez.
Ya pesa más de cinco kilos, la lechoncilla, y va cogiendo doscientos gramos a la semana, como un reloj. La ropa se le queda pequeña en nada, la mayoría de las cosas se las pongo solo un par de veces. Menos mal que nos han prestado un montón y el ahorro es grande. También hemos cambiado ya a la talla tres de pañal, porque con la dos ya empezaba a tener muchos escapes.
Cuando la tengo en brazos aguanta la cabeza erguida a ratitos, pero no le gusta nada que la pongamos boca abajo. Cuando está boca arriba se sabe poner de lado, y alguna vez ya ha llegado a darse la vuelta solita, pero lo malo es que no sabe volver a ponerse boca arriba aún, y se enfada. Le encantan los sonajeros y el chupete no lo quería ver ni en pintura, me ha costado encontrar uno que le gustase. Se ha descubierto las manos y es muy graciosa cuando las mira, porque las pone tan cerca que se pone bizca XD Lo malo es que ya va coordinando mano-boca y se chupa la mano, y como coja vicio a ver luego cómo se lo quitamos...
Cada vez nos entendemos mejor, y con su papi vamos haciendo avances, y cada vez pasa más ratos con él tranquila. Con el resto de la gente no aguanta casi nada en brazos, enseguida llora, pero me parece lo normal porque es muy pequeña todavía para conocer a nadie. Ahora a quien más necesita es a su madre, y me da un poco por culo cuando algunas personas de nuestro entorno no lo entienden o no lo llevan bien lo de no poder cogerla y achucharla. Entiendo las ganas, pero es un poco egoísta, y para mi lo primero es que la niña esté a gusto. Si los adultos se tienen que aguantar sus achuchones, pues que se aguanten, que para eso son ya mayorcitos, coñombreyaaa...
El camino de la barra libre de teta cada vez es más fácil y gratificante. Parece mentira lo que ha cambiado nuestra lactancia en dos o tres semanas. Ahora estoy muy contenta de haber sido tan cabezota y no haberme rendido a pesar de todas las dificultades. Esto es una inversión para el futuro de mi hija que ya va mereciendo la pena. Cada vez hace las tomas más cortas y espaciadas, la última semana cada tres horas como un reloj, con lo que ya no tengo la impresión de tener a la niña permanentemente enganchada.
Hemos hecho una visita al pediatra este mes, por una diarrea que seguramente le pegó su primo (después de comer arena de playa a dos manos). Pero como no tuvo fiebre ni ningún otro síntoma, la pediatra me dijo que el tratamiento era teta, teta y más teta, para que no se deshidratase.
En fin, que los meses ya se me van pasando volando. Intento disfrutar de todo, incluso de las pequeñas cosas que son más incómodas, como no despegarme de ella ni cinco minutos en todo el día, porque (como dice mi cuñada que es muy sabia) cuando tenga quince años ya no querrá brazos ni nada conmigo, así que hay que aprovechar ahora que se deja :P
Seguro que en el futuro echaré de menos a mi bebita de tres meses, igual que ahora hay veces que echo de menos mi barriga de embarazada. Aunque si es como hasta ahora, seguro que lo que está por venir es mejor todavía :)
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