11 de Marzo
Hoy hace tres años. No quiero entrar en politiqueos, en juicios, en manifestaciones, en víctimas de primera y de segunda y demás cosas que me avergüenzan un poco, la verdad.
Sólo quiero recordar a las 191 personas que ese día perdieron su vida, perdieron lo único que tenemos en este mundo. La mayoría eran estudiantes y trabajadores, hombres, mujeres y niños, gente que iba al trabajo, a la universidad, al instituto, a la obra, a la oficina... Pero también me gustaría expresar mi apoyo a las más de 1700 personas que resultaron heridas y que ahora tienen que vivir con secuelas físicas a veces irreversibles. A ellas y a otras muchas que no resultaron heridas pero tienen que vivir con ese horrible recuerdo y con dolencias psicológicas, que a veces son más duras que las físicas.
Para mí, por suerte, no tuvo consecuencias directas, porque el destino o la suerte o el azar o lo que funcione en estos casos, quiso que ese 11 de Marzo no hubiera clase en mi facultad. Pero de no haber sido así, casi todos mis compañeros de Alcalá de Henares solían coger esos trenes para ir a la Autónoma. Gracias a eso recuerdo ese día con tristeza, pero no con dolor. Sólo pensar el miedo que me daba coger el tren y el metro las semanas (y meses) siguientes, para ir a clase, me puede dar una idea muy lejana de lo que pasaron las personas que iban en esos trenes y de lo que seguirán sufriendo muchos.
Recuerdo que mi madre me despertó con la noticia de que habían puesto una bomba en un tren. Desayunando pensaba en los hijos de puta de los etarras, pero aún no tenía idea de la magnitud de lo que había pasado. Cuando las noticias dieron la cifra de casi cien muertos empecé a sentir de verdad el miedo y la impotencia, el horror. Los días siguientes al empezar a barajarse otras hipótesis fue cuando me invadió la indignación y la rabia. Me hubiera gustado haber sido ya licenciada aquel 11 de Marzo para haber puesto mi granito de arena aliviando a alguna persona. Ya desde antes me rondaba la idea de dedicarme a la intervención psicológica en situaciones catastróficas, pero desde ese día sé que voy a hacerlo.
Espero que nunca perdamos la esperanza de terminar con estos actos, que hacen pagar a personas inocentes las decisiones de unos pocos locos y fanáticos que nos gobiernan, y de los que no están de acuerdo son ellos e intentan imponerse por la fuerza. Espero que no perdamos la ilusión de vivir algún día sin odiarnos, y aceptar que aunque seamos de cualquier país, cultura, religión, orientación sexual o ideología política, somos personas.