Nos compramos una casa.
Dicen que la hipoteca une a una pareja más que cualquier otra cosa, porque si te separas y no quieres saber nada de la otra persona, vale, pero la hipoteca la tienes que seguir pagando sí o sí. Pues en estas nos vamos a meter. De cabeza y sin flotador.
Ahora que se acerca el momento y parece que se va haciendo más real, me siento más cómoda para escribir aquí sobre el tema, pero todo comenzó en agosto del año pasado. En ese momento se iban a cumplir cinco años de contrato de alquiler de nuestra casa y, como las negociaciones para prorrogarlo no fueron bien, decidimos empezar a mirar para comprar. La búsqueda de casa merece un capítulo aparte, así que no me voy a extender. El caso es que en noviembre encontramos un piso que nos cuadraba bastante, en la zona que nos gusta, orientación sur, piso alto, con terraza y reformado. Y de precio bastante ajustado. La parte menos buena es que era un poco más pequeño que nuestra casa y con dos habitaciones. Después de haber visto muchas mierdas y bastante caras, o alguna que estaba bien pero no nos cuadraba del todo, nos lo pensamos poco e hicimos una oferta al día siguiente. Por circunstancias ajenas, desde que firmamos el contrato de arras en noviembre, no habíamos podido poner una fecha para la firma, pero ya más o menos lo tenemos encaminado para que nos entreguen la casa el mes que viene.
Y ahora que se vuelve más real, que hemos dado ya el preaviso a los caseros, que ya sí que sí todo empieza a rodar, pues agobia e ilusiona a partes iguales. Y que se nos haya juntado con la búsqueda de cole y con el despido inesperado de Dani, tampoco ayuda a que últimamente esté tranquila y relajada.
Así que está siendo una primavera de muchos cambios y tenemos por delante empezar muchas cosas, una etapa diferente. Esperemos que sea para mejor y que en el futuro recordemos con guasa y cariño esta época.
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