domingo, 19 de julio de 2009

Mezclar churras con merinas.

Que las mezclas no son buenas. Ya lo tengo comprobado desde la primera cogorza que me cogí a base de mezclar cerveza, calimocho, martini con limón y chupitos de todas clases (bendita inocencia y feliz atrevimiento de los 16 años). Por eso, el otro día después de ver Duplicity, me quedé con la misma sensación de mareo y revoltijo interior. Os cuento.

Se intentan poner ojitos,
pero no les sale...

Resulta que esta película, que se hace llamar thriller pero de intriga tiene poca, mezcla la típica película de espias, como 007 pero a lo cutre, con algo parecido a un enredo romántico. Estaría bien si los espías primaran sobre lo romántico, pero no, parece que la intriga es la excusa para contar un romance entre Clive Owen y Julia Roberts, más bien poco creíble (¿será por la inevitable asociación inconsciente con todos los anteriores papeles de Julia Roberts?). Es que no pegan ni con cola. Mira que yo no pido mucho pero estos dos no saben lo que es la química.

Total, que te pasas media película preguntándote ¿por qué estos dos estarán juntos? y sin creertelo del todo. Y cuando parece que se centran más en el espionaje, se les pira la pinza, lo intentan hacer más "imprevisible" y esa parte también se va al garete. El final es más de comedia romántica que de cualquier otra cosa.

Pero bueno, no está mal del todo. Es entretenida, es rápida, en momentos es divertida, te recreas la vista con los guapos protagonistas, pero acabas con la sensación de que ni has visto una buena película de intriga, ni te has reconfortado con una buena peli romántica... No se puede querer todo.

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