jueves, 8 de septiembre de 2011

La madurez de los treinta.

El título del post es un poco irónico, sí. No me siento madura. O por lo menos no más que hace un mes y pico, cuando aún tenía 29. Pero en estos treinta años he aprendido unas cuantas cosas. La verdad es que la vida sí que se ve diferente ahora que a los veinte (y mucho más que a los diez, claro, pero entonces era una niña, no una postadolescente).

Cosas que he aprendido:

Algunos sueños se cumplen y otros no, pero que lo que quieras que pase te lo tienes que currar de verdad, porque la vida no te va a regalar tus sueños.

Las personas que quieres vienen y van o se quedan. Unas, tristemente, se van de forma repentina sin saber muy bien por qué, aunque conscientemente sepamos que la muerte también es parte de la vida. Otras se van poco a poco, por dejadez, porque los caminos se separan o por falta de cuidado en la relación. Otras están allí (casi) desde siempre y parece que seguirán estando siempre. Y otras han llegado hace poco, pero espero que se queden mucho tiempo compartiendo este camino.

Mi tiempo vale mucho más de lo que nadie pueda pagar.

Un día sin unas risas, unos besos o unos achuchones no es un buen día.

Por muy mayor que sea, no voy a dejar de sentirme muy pequeña en ocasiones.

El tiempo pone a cada uno en su lugar. No es cuestión de Karma ni nada de eso. Sólo creo que, si eres buena persona, la mayoría de las personas intentarán tratarte bien. Y viceversa. Sobre todo la viceversa... Muahahahahaaa... :P

En el amor, y en especial en la pareja, cuanto más sencillo es todo, mejor que mejor. ¿Pensar? ¡Maaaaal! ¿Querer? ¡¡¡Biennnnn!!! XD

Hay que saber decir no y saber pedir perdón. Aunque a veces cueste mucho. Cualquiera de los dos.

Tener miedo no es de cobardes. Sólo los valientes se enfrentan a sus mayores temores.

Nunca te acuestes sin saber algo nuevo.

Tal vez a los cuarenta aprenda eso de que es peor tener arrepentimientos por omisión que por acción. Todavía me cuesta arriesgarme.

Quererme a mí misma y anteponer mis necesidades a las de los demás no es egoísmo, es fundamental para mi salud mental.

Disfrutar de las pequeñas cosas de cada día es lo que al final significa la felicidad. Cosas extraordinarias no pasan todos los días. Cosas ordinarias y disfrutables, sí.

Bueno, y más cosas he aprendido, pero no es cuestión de dar la chapa hasta el infinito y más allá. Lo importante es seguir aprendiendo. Y seguir viviendo.

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