jueves, 30 de enero de 2014

De japos en Madrid.

Mmmm... Sushi...

Tiene narices la cosa, que haya estado hace dos meses escasos en Japón y ya tuviera mono de comida japonesa. Así que, el fin de semana pasado, aprovechando un "vamos a Madrid" y un "me apetece comida japonesa", engañamos a Dani para ir a cenar a un japo a Madrid.

Voy a recomendarlo, porque me gustó un montón. Sé que hago mal, porque me arriesgo a que la próxima vez que vaya esté petado, pero las cosas buenas hay que compartirlas. El restaurante se llama Sumo y está en la calle Fuencarral. Es una especie de bufet libre. Digo especie porque te sirven en la mesa y la cantidad de comida que puedes pedir es limitada, pero enorme. El menú incluye bebida y puedes pedir hasta 18 platos. El sushi es muy decente y tienen también otro tipo de platos, como yakisoba, yakitori, sopas, ensaladas. Todo muy rico y muy buena relación calidad/precio.

Y ya que estoy, voy a recomendar otro restaurante japonés que conozco y está bien. Se llama Musashi y está en la calle de Las Conchas. La primera vez que fui, fue al poco de volver de Japón la primera vez, y me sorprendió que la comida era muy parecida a la que comí allí. También tienen sushi, pero en este restaurante me encanta el udon y el pollo teriyaki. Es casi como estar de vuelta en Kioto. La pega de este restaurante es que no es muy grande y en fin de semana hay que reservar sí o sí.

Y ya. Que parece que últimamente estoy monotemática con lo japonés. Y todavía me quedan un montón de entradas del viaje :P

Foto: Japan Sushi.

viernes, 17 de enero de 2014

Bienvenida, chiquitina.

Después de pensarlo durante un tiempo (no mucho, la verdad) y de hablarlo con Dani, decidimos adoptar una coneja enana para que le hiciese compañía a Paul. Creo que lo que más me animó a hacerlo es saber que los conejos son muy sociables, siempre viven en familia, y a pesar de que intentamos pasar mucho tiempo con Paul, lo cierto es que unas cuantas horas al día se queda solo en casa.

Tampoco quería comprar una coneja porque entonces sería una gazapilla y se llevarían mucho tiempo. Además, adoptando se ayuda a un conejito que ha sido abandonado, y ya puedes saber cómo va a ser su carácter, y en la mayoría de las ocasiones se adoptan ya esterilizados. Así que después de mirar cómo era el proceso de adopción, decidimos mandar la solicitud a una asociación. El cuestionario que hay que contestar, para que ellos sepan si eres apto para la adopción, es como un examen de cuidados de un conejo. Por suerte, como ya tenemos a Paul y tuvimos a Koffky, ya sabemos más o menos de qué va la cosa.

Así que después de unas tres semanas de cuestionarios y gestiones, el sábado fuimos a buscar al nuevo miembro peludo de nuestra familia. Se llama Damara y se está adaptando muy bien a nosotros. Es muy tranquilota, come muchísimo heno y ya ha llegado a subirse encima de mis piernas cuando la damos una chuche. Eso sí, todavía es un poco desconfiada y no le gusta mucho que la toquemos, así que le estamos dando su espacio. De momento la hemos intentado mantener separada de Paul, porque aunque los conejos son muy sociales, también son muy territoriales y no se pueden juntar sin más. Aunque que estén separados resulta complicado sobre todo por Paul, que es un cotilla y está acostumbrado a corretear por toda la casa. Tendremos que hacer la socialización, que ya contaré en otra entrada cómo va. De momento me conformo con darle la bienvenida a la peluchina guapa.

Aquí al poco de llegar, un poco asustadilla.

Pero enseguida se ha relajado, la peluchina :)

martes, 14 de enero de 2014

Viaje a Tokio (II): Viaje y llegada a Tokio.

Empiezo con nuestro viaje nipón.

La primera entrada sobre los preparativos, aquí.

El sábado 9 de Noviembre el despertador nos suena a las cuatro de la mañana. Además no nos acostamos especialmente pronto, terminando las últimas cosas del equipaje y yo el viernes había salido a las nueve y media de la noche de currar. La noche anterior Un rato antes pedimos un taxi para que viniera a buscarnos a las cinco menos cuarto. Pasamos a buscar a Andrea por su casa y vamos al aeropuerto. Antes de las cinco y media estamos en la T2, y tras un fallido intento de facturar en Alitalia (con quien hemos comprado el vuelo) facturamos con AirEuropa, que es quien opera el vuelo hasta Roma. El prenda que no atiende no se entera mucho y me da la tarjeta de embarque del vuelo Roma - Narita mal, pero hasta el embarque en Roma no me doy cuenta.

Desayuno en la terminal un café con leche y un croisant, y al poco rato embarcamos. Durante el vuelo me echo una siesta porque estoy molida y vamos los tres separados, así que tampoco puedo hablar con nadie. Llegando a Roma hay un montón de turbulencias y me cojo un mareo bastante serio. Una vez en tierra, buscamos la puerta de embarque del vuelo a Narita y la encontramos bastante rápido. Después de esperar un rato (la escala era de una hora y pico) leyendo la guía de Tokio, empezamos a embarcar. Ahí es cuando empezamos a ver a un montón de japoneses ya y cuando se empieza a notar su organización, todos colocaditos en dos filas ordenadas. Al llegar mi turno la señorita me comenta que me han dado una tarjeta de embarque con un asiento que no existe y que me lo va a cambiar. Yo me cago mentalmente en el de Madrid. Cuando por fin entramos al avión, Andrea me cede su sitio, porque ellos van juntos y yo en la misma fila pero separada. Para más inri (y seguir cagándome en el de Madrid) el asiento de Andrea también lo tiene una señorita japonesa. Al final una azafata recoloca a la japonesa también y podemos sentarnos tranquilos.

Para este vuelo aprendí de los japoneses en mi otro viaje allí y vamos los tres con pantalones cómodos (de chándal o mayas) para dormir a gusto. Yo también llevo otro par de calcetines gordos porque la otra vez se me quedaron los pies helados. También llevamos un kit de viaje con una almohada hinchable, un antifaz y unos tapones. Yo sólo usé la almohada, pero nos vino bien a todos el kit. En fin, al poco de despegar nos dan una bebida y unas galletitas. Leo un rato en mi Kindle y nos dan la comida/cena, a elegir entre comida italiana o japonesa. Elijo italiana porque por delante tengo muchos días de comida japonesa (o eso pensaba yo...). Después de comer leo otro rato y consigo quedarme dormida, pero sólo media hora. Ya es de noche y llevamos como 4 horas de vuelo. Voy al baño, estiro las piernas, hablo un rato con Andrea y a volver a intentar dormir. Al final me echo otras dos siestas de media hora y luego ya no hay manera, pero intento descansar. Como una hora y media antes de llegar nos dan los papeles para inmigración y la aduana que rellenamos. Además, cuando nos estamos acercando ya a Tokio, y justo después del desayuno, vuelve a haber unas cuantas turbulencias que me vuelven a dejar el estómago del revés.

A las siete de la mañana llegamos a Narita tras once horas de vuelo y habiendo dormido unas seis horas en las últimas 48. El jet lag va a ser de traca. Pasamos el control de inmigración sin problemas, nos cogen las huellas y nos hacen una foto (mi cara es de zombi total). Después vamos a recoger las maletas. Esperando en la cinta a que salieran las maletas noto como el suelo tiembla como cuando pasa el metro por debajo, y pienso que será algo así, pero luego nos enteramos que ha sido un terremoto de 5.5, aunque el epicentro estaba lejos de Tokio. Cuando recuperamos nuestras maletas sanas y salvas (que salen de las primeras), vamos a pasar la aduana. El señor de la aduana nos pregunta alguna cosa (de dónde venimos, a dónde vamos, el propósito de la vida del viaje...) y nos deja pasar. Vamos a la estación de JR y allí compramos el JR pass del área de Kanto, que dura tres días. Nos cuestan 8000 yenes cada uno. Lo activamos en ese momento y reservamos tres asientos para el siguiente Narita Express. En el tren intento echarme la siesta, pero la emoción de estar ya en Japón es mayor que el cansancio, así que miro el paisaje, que según vamos llegando a Tokio se va haciendo más interesante y marciano.

Llegamos a Tokio Sta. Como es muy pronto para ir al hotel directamente, serán como las nueve de la mañana, decidimos ir a la oficina de billetes a reservar los shinkansen para el día siguiente que vamos a Nikko y al otro que vamos al Fuji. Hay muchísima gente andando hacia todas direcciones y esquivándonos, y me siento como un pulpo en un garaje. Preguntamos en información y una amable señorita que habla español (la única que encontraremos en todo el viaje) nos indica dónde está la oficina de billetes. Allí, nos toca el único taquillero que no habla casi inglés (qué suerte). Por suerte llevo impresos los itinerarios que queremos hacer y los números de tren con los horarios, de la página de hyperdia, y nos acabamos entendiendo (o eso creía yo...). Con nuestros billetes ya reservados nos dirigimos al metro.

El metro de Tokio parece una locura imposible de comprender, pero no es tan complicado. Todas las líneas tienen un color y una letra asignada, y todas las estaciones se identifican con una letra (la de la línea) y un número (el número de estación en la línea). Lo mejor es fijarse en eso mejor que en los nombres, porque a veces los nombres de las estaciones sólo vienen escritos en kanji o katakana. Además hay que tener en cuenta que se paga por la cantidad de estaciones del recorrido que vayas a hacer, pero saber cuánto tienes que pagar es fácil porque donde se compran los billetes siempre hay una lista de las estaciones con el precio que cuesta ir hasta allí, así que localizas la estación a la que quieres ir, ves el precio y compras un billete que cueste eso. Bueno, para no mentir, hay dos tipos de lineas de metro, las de Tokio Metro y las de Toei. Nosotros sólo cogimos una vez una línea Toei. Tienen diferentes tarifas y para hacer transbordo entre una línea de Tokio Metro y una Toei hay que pagar un billete especial de transfer. En fin, que allí en situación es más fácil de lo que parece.

Pincha para ver más grande.

Así que estamos en Tokio Sta, que es la estación M17 y vamos a Akasaka que es la C6, haciendo transbordo en Kasumigaseki, que es la M15 (o C8). El billete nos cuesta 160 yenes cada uno. Llegamos tras un trasbordo un poco infernal con las maletas a Akasaka y el hotel está a menos de 50 metros de la salida de la estación. El hotel es el Grand Fresa Akasaka. Tras un poco de susto, porque la recepcionista no encuentra mi reserva, intentamos hacer check in pero es demasiado pronto. Lo que sí nos ofrecen es guardar nuestro equipaje. Usamos el baño que hay al lado de recepción para asearnos un poco y cambiarnos de ropa.

El hotel está bastante bien. Muy cerca del metro (ya que nuestro JR pass sólo dura tres días, que vamos a estar haciendo excursiones, el resto de días nos moveremos en metro). Es de estilo occidental. Muy limpio, aunque esto es lo normal en cualquier hotel japonés. Las habitaciones son pequeñas, aunque no minísculas, y están muy bien pensadas, muy funcionales. Nos cabe hasta la maleta grande que llevamos Dani y yo.




Esta es nuestra habitación del hotel, la cama, el baño, un sitio para la maleta, un armarito para los abrigos y poco más. Con yukatas y pantuflas limpios cada día. También tenía un hervidor de agua y todo lo necesario para hacer té y agua mineral gratis en la neverita.

Ahí empieza nuestro primer día en Tokio, que contaré en la próxima entrada sobre nuestro viaje a una de las ciudades más grandes y alucinantes del mundo ;)

Para ver las otras entradas sobre el viaje:

Preparativos y presupuesto.
Viaje y llegada a Tokio.
Parque Yoyogi, templo Meiji-Jingu y Harajuku.
Nikko.
Excursión al Monte Fuji.
El palacio imperial, Ginza y Shibuya.
Shinjuku, Tokyo Government Building, Tokyo Tower y Roppongi.
Akihabara y Museo Edo-Tokyo.
Asakusa, Ueno y Shibuya.
Vuelta, resúmen y consejos.

miércoles, 8 de enero de 2014

De Reyes, resacas y vuelta a la realidad.

Bueno, desde el año pasado que no actualizo, no tengo vergüenza (perdón, prometo no hacer más bromitas tontas de cambio de año). Espero que el año haya empezado bien para los que os pasáis por aquí, porque seguro que habéis sido buenos y los Reyes se han portado.

Mi año ha empezado bien. Estoy bastante animada para haber vuelto al trabajo ayer. A ver si me dura unas semanas esta positividad en el curro :P

El finde pasado fue intenso. El sábado aprovechamos para hacer algunas compras de última hora, con lo bien que llevábamos este año los regalos y al final siempre se queda algo para el último momento. En fin... Como sabíamos que iba a ser infernal de la cantidad de gente, decidimos ir a hacer las compras a la hora de comer, que por lo menos se podía entrar y aparcar en los centros comerciales, y comer un poco más tarde. Ya con las compra hechas y comidos, aprovechamos para ir al cine a la primera sesión, que tampoco había mucha gente. Vimos La vida secreta de Walter Mitty. A mí me gustó bastante sobre todo la parte visual y la banda sonora. La historia está bien, un poco ñoñita, pero bueno. En fin, que es una película entretenida y bonita. Después del cine tuve una charla con Dani sobre los MacGuffin, pero no quiero hacer ningún spoiler, así que me la callo.

Luego por la noche salimos y lo que iba a ser una copa, acabó en varios vinos y unos cuantos mojitos, por lo que el domingo yo estuve doblada de la resaca. Como dice Dani, nos venimos arriba (Andrea y yo) y nunca le hacemos caso cuando dice que hay que irse a casa... Y encima le tengo que dar la razón al jodío, sobre todo al día siguiente cuando no soy persona hasta las seis de la tarde.

Por la noche fuimos a cenar a casa de mis padres y los Reyes ya nos dejaron alguna cosilla. A mí unas gafas de sol muy chulas. Y al día siguiente, ya llegaron los Reyes a casa. He sido muy buena este año (o lo de hacer una carta larga funciona XD) porque me han traído un montón de cosas: Varios libros y cómics, un bolso, un Gachapin llavero, un peluche de Mario Mapache (que gracias al libro de Kirai me he enterado que no es Mapache, es un Tanuki), un reloj, una plancha para el pelo, una sudadera y una camiseta... y más cositas, así que no me puedo quejar nada este año.

A Paul los Reyes le han traído una jaula dúplex, a pesar de que últimamente está un poco revoltoso el jodío conejín.

Y bueno, ayer la vuelta al curro no fue tan terrible como parecía que iba a ser. La semana se me va a hacer eterna, eso sí, porque después de cuatro semanas trabajando tres días cada una, una semana de cuatro días ya es larga. Y la que viene que ya es normal, ni te cuento. En fin, que habrá que ir haciendo planes para que este invierno que tengo enterito por delante no se me haga muy cuesta arriba. De momento tengo un finde con visita a una bodega (súper regalo de Reyes de mis cuñados) y otro posible finde con Andrea en París (íbamos de mojitos hasta las cejas cuando lo planteamos, pero a ver si no se queda sólo en el planteamiento).

Y ya.