Después de pensarlo durante un tiempo (no mucho, la verdad) y de hablarlo con Dani, decidimos adoptar una coneja enana para que le hiciese compañía a Paul. Creo que lo que más me animó a hacerlo es saber que los conejos son muy sociables, siempre viven en familia, y a pesar de que intentamos pasar mucho tiempo con Paul, lo cierto es que unas cuantas horas al día se queda solo en casa.
Tampoco quería comprar una coneja porque entonces sería una gazapilla y se llevarían mucho tiempo. Además, adoptando se ayuda a un conejito que ha sido abandonado, y ya puedes saber cómo va a ser su carácter, y en la mayoría de las ocasiones se adoptan ya esterilizados. Así que después de mirar cómo era el proceso de adopción, decidimos mandar la solicitud a una asociación. El cuestionario que hay que contestar, para que ellos sepan si eres apto para la adopción, es como un examen de cuidados de un conejo. Por suerte, como ya tenemos a Paul y tuvimos a Koffky, ya sabemos más o menos de qué va la cosa.
Así que después de unas tres semanas de cuestionarios y gestiones, el sábado fuimos a buscar al nuevo miembro peludo de nuestra familia. Se llama Damara y se está adaptando muy bien a nosotros. Es muy tranquilota, come muchísimo heno y ya ha llegado a subirse encima de mis piernas cuando la damos una chuche. Eso sí, todavía es un poco desconfiada y no le gusta mucho que la toquemos, así que le estamos dando su espacio. De momento la hemos intentado mantener separada de Paul, porque aunque los conejos son muy sociales, también son muy territoriales y no se pueden juntar sin más. Aunque que estén separados resulta complicado sobre todo por Paul, que es un cotilla y está acostumbrado a corretear por toda la casa. Tendremos que hacer la socialización, que ya contaré en otra entrada cómo va. De momento me conformo con darle la bienvenida a la peluchina guapa.
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Aquí al poco de llegar, un poco asustadilla. |
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Pero enseguida se ha relajado, la peluchina :) |
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