miércoles, 21 de septiembre de 2016

Del tiempo, que pasa, y no precisamente despacio.

Ayer estuvimos en el cumpleaños de Pequesaurio, que ya tiene poco de peque, seis añazos cumplía el hombretón. Fue el primer cumple de niños que invitaron a la chiquinina y ella se enteró un poco de qué iba la cosa. Al principio no se despegó de mi pierna, pero entre los sándwiches y los ganchitos, y los juguetes que había por ahí, poco a poco se fue soltando y se iba de paseo y a jugar ella sola. Pa que luego digan que tiene mamitis :P

En fin, que la abuela materna del cumpleañero conoce a mi maridito desde hace muchos años, y decía que cómo nos hemos hecho mayores tan rápido. Supongo que se estaría acordando de cuando era ella la que preparaba las fiestas de cumpleaños para su hija, y ahora es su hija quien las prepara para su nieto. Yo también me estuve acordando de mis propias fiestas de cumpleaños, y de las de mis amigos, y la verdad es que me cuesta imaginarme preparando la de la peque dentro de un par de años o tres, cuando ya vaya al cole y quiera invitar a sus amigos. Me hace sentir mayor. Y madre. Lo que soy, vamos. Pero que lo tengo poco asumido aún.

El cumple estuvo muy bien, en su sitio donde los niños se podían desfogar a tope, pero era un sitio tranquilo. Me entraron ganas de dar paseos por el campo. Aunque Dani se resiste, a ver si le engaño para ir algún fin de semana, ahora que hace buen tiempo aún, al Pardo, a la Casa de Campo, a la Dehesa de la Villa o a alguno de los pinares que tenemos cerca de casa. Que nos tenemos que acostumbrar a que la peque ya empieza a necesitar un poco de desfogue (y nosotros un rato de tranquilidad).

Y mañana ya empieza el otoño. Ains, qué rápido se me ha pasado el verano. Qué penita más grande. Qué razón cuando se dice que las semanas son eternas y los años fugaces. Lo que cuesta que llegue el viernes y lo deprisa que pasan las estaciones. Lo largo que se hace el día a día y lo vertiginoso de los meses. Si antesdeayer me quejaba de la vuelta al cole y pasado mañana ya es Halloween. Si ayer hablaba con una compañera de trabajo de cuando nació la chiquinina y dentro de diez días ya hace un año y medio.

Bueno, por lo menos hace buen tiempo aún, a ver si el mal tiempo tarda unas semanas en llegar (tres por lo menos) y podemos irnos de boda sin mucho abrigo, que el año pasado pasamos un frío en la boda de Halloween, que todavía me acuerdo de las estufas durante el cóctel. Y que no me apetece tener que comprar una chaqueta de boda, joer.

Ale, que ya paro de divagar.

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