domingo, 17 de mayo de 2015

El día P, o de cuando nació la chiquinina.

Me había imaginado muchas veces cómo sería el día del parto, y poco tuvo que ver mis pensamientos con lo que luego fue. Aunque es algo que me está pasando con la maternidad, no tiene mucho que ver con lo que me había imaginado. Y mi hija me está enseñando que si las cosas no salen como quieres, tampoco pasa nada...

En fin, al tema. Llevábamos semanas de cachondeo Dani y yo, con que la chiquinina no podía nacer en Semana Santa, que a su padre le venía fatal perder días libres, y le habíamos pedido que viniera a partir del 6 de Abril. Saliendo de cuentas el día 9, no era un deseo descabellado, pero la peque tenía ganas de conocer a sus papis y de enseñarles que tiene sus propias ideas.

El jueves santo, 2 de Abril, habíamos quedado para comer con mis padres. Ese mismo día hacía 39 semanas, así que sobre la una del mediodía nos estábamos vistiendo y yo me estaba haciendo fotos de la tripa. Empecé a notar que perdía un poco de líquido y no sabía si era flujo, pis o qué. Me senté en el váter y salió un chorrete que no podía parar, aunque apretarse como para parar el pis. Ahí me empecé a mosquear. Me puse un salvaslip limpio y me fui a vestir, pero a los dos minutos estaba empapado otra vez. Me senté de nuevo en el váter y salió otro chorro, no muy abundante pero evidente. Salí del baño con cara de circunstancias (estaba un poco acojonada) y Dani me enseñó no sé qué chorrada en el móvil, pero al verme la cara me dijo "¿no estarás de parto?" y yo le contesté "creo que he roto aguas". Así que terminamos de vestirnos, cogimos las bolsas y nos fuimos para el hospital tranquilamente.

Yo iba un poco con la sensación de estar viviendo algo ajeno, y esa sensación me duró hasta varios días después del parto. Además, no queríamos avisar a nadie hasta que la cosa no estuviera avanzada o casi terminada, pero como habíamos quedado con mis padres les tuve que llamar para decirles que nos íbamos al hospital y que no se les ocurriera ir, que les iríamos contando porque seguramente iba para largo. Entramos por la puerta de urgencias sobre las dos. No había casi gente así que me pasaron al triaje enseguida. Le dije a la enfermera que creía que había roto aguas y nos llevaron a obstetricia bastante rápido. Yo estaba tan pichi, sin una sola contracción. Me había puesto una compresa tocológica para no empaparme la ropa y seguía perdiendo líquido muy despacio pero continuo. En obstetricia esperamos diez minutos y me pasaron a la consulta. Lo mismo, contar que creía que había roto aguas y que el líquido era claro y que ni rastro de contracciones. Me explora la matrona y según subo a la camilla, del esfuerzo sale un buen chorro de líquido, y me dice la cachonda "sí, va a ser que has roto la bolsa, pues ya te tienes que quedar ingresada". Me explora y tengo el cuello del útero borrado un 70% y dos centímetros de dilatación. Hizo pasar a Dani y le explicó lo mismo que me había dicho a mi. Yo que esperaba aguantar en casa un poco con mi pelota de pilates, y lo mismo me iban a tener que inducir si no me ponía de parto pronto yo solita. Mi gozo en un pozo.

En fin, nos llevaron a una habitación de dilatación, me puse el camisón sexy con el culo al aire, aunque me dejaron quedarme con las bragas para no ir chorreando por ahí. Me pusieron monitores y vino la matrona a presentarse. Era una chica joven y embarazada, que cuando le pregunté si me podía tomar un cariban (porque no iba a comer en muchas horas) me pidió uno porque la pobre estaba vomitando. Así que me la gané con mis drogas :P Estuvimos hablando un poco de como quería que fuera el parto, le dije que quería ver si aguantaba sin epidural y que quería un parto lo menos intervenido posible, aunque no me cerraba a la epidural ni a intervenciones que fueran necesarias. Ella era comprensiva y dialogante, y me sentí muy apoyada por ella, hasta el cambio de turno... Me puso una vía (primera intervención que no quería, pero bueno, la ponen porsiaca). Dani se fue un rato a coger unas cosas del coche y comer algo y yo me quedé moñeando con el móvil, en la cama, con alguna contracción ya pero muy leve. Al poco vino la ginecóloga que estaba de guardia y sin preguntar ni nada me dijo que en un rato me pondrían oxitocina. Segundo disgusto, porque con la oxitocina sintética no iba a poder aguantar las contracciones, que son mucho más intensas, así que me tocaría epidural...

Dani volvió con agua y aquarius, y al rato vino la matrona y le comenté que me preocupaba lo de la oxitocina. Me dijo que en principio no me la iban a poner si me ponía sola de parto y que iban a esperar a ver si eso pasaba, pero que el tiempo corría en nuestra contra porque si la peque no nacía dentro de las primeras 18 horas después de haber roto la bolsa, por protocolo la tendrían que ingresar unas horas en neonatos para hacerle unas pruebas y ver que no tuviera infección. Me dijo que yo tenía la última palabra, pero que normalmente las madres prefieren un poco de intervención a que ingresen al recién nacido. Vamos, que me vendió un poco la moto. Por fin me pusieron la monitorización para poder moverme y me levanté de la cama y empecé a pasear por la habitación como una loca, a ver si la cosa se animaba un poco.

Como a las cuatro y pico volvió la matrona y me pidió permiso para hacerme otra exploración. Yo ya sentía las contracciones más intensas y regulares, y me tenía que parar y respirar cuando venía alguna. Me dijo que ya estaba de parto, dilatada cuatro centímetros, y que seguramente no haría falta la oxitocina. Me ofreció métodos alternativos a la epidural para controlar el dolor: la pelota de pilates y óxido nitroso. La pelota me iba bastante bien, pero el óxido nitroso no me hizo nada, porque estaba controlando el dolor con la respiración profunda y el óxido hay que hacer varias respiraciones mientras dura la contracción, así que perdía el control un poco y lo dejé. Vino la gine y me dijo que la dinámica era muy buena, que siguiera así. Las contracciones cada vez dolían más, pero las iba controlando bien. Como tenía las contracciones de riñones (las notaba más en la espalda) la matrona me ofreció otro método para controlar el dolor que consiste en inyectar un poco de agua estéril en la epidermis de la espalda a nivel lumbar, para que notes como una presión que suele aliviar el dolor. La inyección es MUY dolorosa, más que las contracciones, sientes un ardor y un picor inmenso durante unos segundos, y por desgracia tampoco me alivió mucho.

Sobre las ocho y pico seguía aguantando el tirón, controlando bastante las contracciones con la respiración. Las tenía cada dos o tres minutos y me daba tiempo a recuperar bastante entre ellas. Lo malo fue que nos pidieron que nos cambiásemos de habitación a una que estaba al lado, pero con el cambio perdí la concentración y empecé a descontrolar en las contracciones. El dolor era muy intenso (tanto que tenía que gritar un poco para aliviarme) y no sabía ni como ponerme, ni me daba tiempo a recuperar entre contracciones. Ahí Dani pasó un mal rato porque me vio muy apurada y el pobre no podía hacer nada. Así que al rato pedí la epidural. La matrona me dijo que si quería me exploraba antes para ver como iba, y estaba todavía de siete centímetros, así que avisaron al anestesista. Firmé el consentimiento y vino enseguida un anestesista muy majo que me explicó todo lo que iba a hacer con detalle. No me enteré de mucho por el dolor, y mientras me la ponía tuve un par de contracciones, pero por suerte un celador me ayudó a mantener la postura. A las nueve ya la tenía puesta y me empezó a hacer efecto a los pocos minutos. Tuve sensación de tener las piernas acorchadas, pero las podía mover bien y seguía sintiendo un poco de molestia, pero nada que ver con las últimas contracciones. También me dio un poco de temblores, sobre todo en las piernas, pero se me pasó al rato.

Ahí pudimos descansar un rato, y menos mal porque yo estaba bastante agotada. Al rato vino la nueva matrona, porque hubo cambio de turno, una señora más mayor, que al principio fue un poco seca, pero luego resultó maja. Estuve de charla con Dani, moñeando con el móvil e incluso nos echamos una cabezada, yo dormitando entre contracciones, porque aunque no me dolían las seguía notando y eran molestas, y Dani en el sillón se echó una siestecica. Sobre las doce me volvió a explorar y ya estaba completa, así que empecé a empujar. La matrona venía de vez en cuando para ver como lo iba haciendo. Como tenía la epidural puesta, me sondaron un par de veces para vaciar la vejiga, pero no noté nada. También vino alguna vez la gine para controlar como marchaba la cosa. A la peque le costó un poco bajar, aunque estaba bien encajada, y hasta las tres no me llevaron a paritorio. Justo unos minutos antes me entraron unas náuseas terribles y vomité el agua y el aquarius que había estado bebiendo durante la tarde. Muy bien, terminando el embarazo con náuseas y vómitos, para no variar. La matrona me dijo que no me preocupase, que había un dicho "parto vomitado, parto terminado"... Un poco escatológico pero me dio ánimos. 

En paritorio la cosa fue rápida, aunque hubo un par de intervenciones que no me gustaron, pero nada es perfecto, que se le va a hacer... A Dani le dieron el uniforme verde para pasar al paritorio, y al minuto estaba a mi lado. Estábamos en el paritorio nosotros dos con la matrona, la gine y una auxiliar. Me dijeron que si quería un espejo para ver salir a la peque y dije que por supuesto. La gine me dijo que me iba a ayudar empujando desde fuera (con la maniobra Kristeller), le entraron prisas porque ya llevaba tres horas de expulsivo y yo no tuve fuerzas para negarme. Aparte de eso, la matrona me hizo una episiotomía sin decirme nada en uno de los pujos, cosa que me pareció fatal, pero una vez hecho ya no tenía remedio. Así que lo de parto respetado y de baja intervención, pues regular, pero bueno...

La cosa es que a las tres y doce, en unos pocos pujos, salió la cabeza de la chiquinina, venía con una vuelta de cordón y la matrona se la quitó y me pidió que la cogiera y me la pusiera encima. Así que terminé de sacar a mi hija yo misma, la sensación es muy rara, como de repente de vacío, pero me puse encima esa cosa pequeña, caliente y resbaladiza, y se me pasó todo el cansancio y todos los males de golpe. Me la dejaron unos segundos y se la llevaron un momento porque no terminaba de arrancar a llorar. Después de unos minutos, que la limpiaron un poco y la pesaron mientras su padre lo veía todo, me la volvieron a poner encima. Dos kilos ochocientos gramos de peso y cuarenta y siete centímetros de ternura, mi chiquinina. No lloramos ni nos embargó una emoción y un amor inmediato. De hecho, durante los primeros días tenía un poco de sensación de extrañeza mezclada con una necesidad muy grande de estar continuamente en contacto con la peque, no separarme de ella ni un segundo y cuidarla. Luego ya vino el enamoramiento total, y en eso estamos un mes y medio después, con una preciosidad pequeña, que sólo llora cuando tiene mucha hambre y que nos está poniendo las cosas bastante fáciles a sus primerizos y torpes padres. 

Después de alumbrar la placenta y coserme la episiotomía, con la niña encima de mi en todo momento, volvimos a la habitación de dilatación y me ayudaron a engancharla al pecho. Allí estuvimos dos horas disfrutando de la chiquinina y a las cinco nos subieron a la planta. El resto de la estancia en el hospital lo recuerdo con bastante confusión, demasiadas visitas (es lo que tiene parir en Semana Santa), mi recuperación fue un poco lenta (estuve floja y dolorida bastantes días) y el inicio de la lactancia fue complicado, pero eso creo que da para otra entrada. 

En resumen (después del tocho que me ha salido) fue un parto largo y cansado, no fue el parto ideal que hubiese querido pero no hubo complicaciones y fue bastante bien en general. Así que para ser primeriza no me puedo quejar. Además, las hormonas ya han hecho su función y un mes y medio después ya no lo recuerdo con mucho dolor o molestias. Qué sabia es la naturaleza... 

No hay comentarios: