domingo, 29 de agosto de 2010

Se acerca Septiembre.

Ooooooohhh... Se acabaron las vacaciones, la vuelta a cole está cerca, Septiembre ya asoma la patita por debajo de la puerta (aunque en la temperatura no se note) y el verano prácticamente está finiquitado. Qué pena más honda.

Bueno, reconozco que ha sido un gran verano, mi primer verano independiente, y todavía queda Septiembre con sus dos findes de fiesta en el pueblico alcorconero, y otro finde festivalero en Burgos a mediados de mes, así que todavía no hay que tirar la toalla ni el bikini al fondo del armario. Pero bueno, aunque intente mirar con buenos ojos las tres semanas que me quedan de verano, todos los años a estas alturas comienzo a ver señales que no dejan de recordarme lo cerca que está el otoño.

A saber: elcortinglés con sus anuncios de la vuelta al cole, levantarme a las siete y que todavía no haya amanecido, que anochezca a las nueve, que se hayan ido las golondrinas hace unas semanas (o un mes ya casi, qué rápidas que son las jodías), los anuncios de coleccionables, la ropa de invierno en los escaparates, los melocotones ya no son lo que eran y un largo etcétera que no hace falta alargar más aún.

Lo de los coleccionables es algo que me suele transportar a un estado de perplejidad cada vez que veo los anuncios en la tele. Ya no sólo el poder construir cualquier cosa (casas de muñecas amuebladas por un interiorista, coches de radiocontrol, tú propia H-D Fatboy a escala 1:4...) que suelen costar sumando todas las entregas unas cuatro veces más que el juguete en cuestión montado, y además te lo tienes que montar tú, y lo que es peor, esperar unas cincuenta y seis entregas (semanales o quincenales)... lo que viene siendo ¡un año! para tener el susodicho coche. Definitivamente, los coleccionables son el nuevo vicio de los masoquistas, porque si no, no lo entiendo.

En fin, pues eso, que en unas semanas haré alguna entrada sobre lo bonito que es el otoño y esas cosas hipomaniacas que me gusta escribir, pero mientras tanto me quedaré aquí, un poco triste, pensando como los pamplonicas, que ya falta menos para el verano que viene...

Y yatá.

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