domingo, 4 de octubre de 2009

Salvando a Pepita.

El otro día me encontré a Pepita tirada en el suelo de la terraza. Según mi madre, le estaba dando una lipotimia. La verdad es que estaba muy pálida, parecía que respiraba jadeando o entrecortado, y no salió corriendo a esconderse nada más verme, que es lo que suele hacer siempre. Me dió penita verla allí tirada, sin capacidad de reacción, pero tampoco sabía muy bien qué hacer, porque Pepita es muy suya, no da cuentas a nadie, es muy independiente y no se deja querer.

Así que, aún sabiendo que se iba a morir de miedo, la cogí en mi mano y la dejé a la sombra, en la tierra húmeda de una maceta. Y a los pocos minutos, cuando volví a ver cómo estaba, ya había recobrado su color verde tan bonito y se había subido por la pared, huyendo un poco de mí. Pero me quedé tan contenta.


Ésta es Pepita, la salamandra que vive en mi terraza. Para ser mascota es bastante arisca, hay que reconocerlo. Pero mola verla por ahí, de vez en cuando, tomando en sol en la pared en invierno o huyendo del agua cuando regamos los tiestos. Ya que una no puede tener perro, gato, hamster o lo que sea, pues se conforma con las mascotas casuales que surgen de inquilinas.

Y ahí va otra foto, que es muy bonica :P


Y ya.

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