sábado, 24 de marzo de 2007

Otra tarde de cine (Olvidate de mí).

Aprovechando el disfrute exclusivo de la casa durante este fin de semana estoy haciendo sesiones intensivas de cine. Ayer maratón de Steve McQueen en El caso de Thomas Crown y La gran evasión. Esta tarde ha caído la película Olvídate de mí (título bastante cutre si lo comparamos con el original) de Michel Gondry. Hacía tiempo que no me gustaba tanto una película. Y hacía años que no se hacía un nudo en la garganta y me escapaba un lagrimilla delante de la pantalla (sin contar las producidas por la risa, claro, que esas son bastante frecuentes). Creo que desde que vi Bambi... con seis o siete añitos.

La recomiendo totalmente. ¿Es posible ver a Jim Carrey en un papel tan contenido, sin que se le escape una sola mueca en las dos horas? Sí, y además resulta convincente. ¿Kate Winslet puede parecer absolutamente neurótica (qué freudiana estoy...)? Desde luego no aparece ni la más mínima evocación a sus otros papeles más ñoños. Además los secundarios son de lujo.

Parece que la trama está completamente dentro de la ciencia-ficción, pero la verdad es que la idea de borrar selectivamente recuerdos dolorosos podría no ser tan disparatada. En la investigación de este tema ya ha habido algún
experimento con resultados en ratas. A parte del debate ético (si sería adecuado utilizarlo con personas, para qué tipo de recuerdos, en personas con trastornos o en cualquiera, bla bla bla), me pregunto si realmente la cinta es un poco profética. Creo que sí, que detrás del surrealismo desmedido que destila hay una pequeña parte que me resulta muy creíble. Quizás ese es uno de los mayores aciertos de la película (y de cualquier película, libro o canción), el poder sentirte identificado.

Lo he estado meditando y pienso que si tuviera la oportunidad de borrar el recuerdo de cosas que ocurrieron hace más de un año ya, no lo haría. ¿Volvería a enamorarme de la misma persona otra vez? Probablemente. Mejor dicho, casi seguro que sí. Como también es casi seguro que seguiré colgándome de hombres así, gamberretes, despegados, granujas y sobre todo muy divertidos. No sé por qué será, pero así funciona. Nunca me han ido los románticos. Tendré que asumirlo.